CUANDO NO SE SABE QUE HACER

Tres ejércitos enemigos rodeaban Judá y el rey Josafat convocó a la nación entera a Jerusalén para formular un plan de guerra. El necesitaba planes, una decisiva declaración de acción. Algo se debía hacer inmediatamente. Pero en lugar de hacerlo, el rey Josafat se paro frente a su pueblo y derramo su corazón a Dios haciendo una confesión.

 

“He aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú nos diste en posesión. ¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? Porque en nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos” (2 Crónicas 20:11-12).

 

Vivimos en una época donde todo se está volviendo cada vez más inseguro e inestable, y casi todos, en una forma u otra están sufriendo.

 

Casi nadie sabe qué hacer. Nuestros gobernantes no tienen ni la más remota idea de lo que está sucediendo en el mundo o en la economía.

 

El mundo de los negocios esta aun más confundido, los economistas discutiendo entre ellos respecto a lo está por venir. Psicólogos y psiquiatras quedan anonadados por las fuerzas de cambio que afectan a la gente hoy en día.

 

Usted no puede quedarse de brazos cruzados, relajado sobre su silla, ¡dejando que Dios lo haga todo! Eso no es lo que significa mantener su mirada “fija en el Señor”. Miramos al Señor, no como un pueblo que sabe qué hacer, sino como un pueblo que sabe no absolutamente nada de lo que debe hacer. Pero sí sabemos que El es Rey sobre las muchas aguas. El es Señor de todo, y sabemos que aunque el mundo se parta en dos, si todo se desmorona, El es la Roca segura. Nuestros ojos están fijados en un Señor resucitado. Si no sabemos qué hacer, nuestra fe nos da la certeza de que El sí sabe qué hacer.