HABITANTES DE MITAD DEL CAMINO

¡Todos los que eligen vivir en la mitad del camino tienen ciertas características en común! Las características de las dos tribus y media (Rubén, Gad y la media tribu de Manasés) pueden ser halladas hoy en los que rehúsan pulverizar sus ídolos y morir al mundo. ¡Sus nombres en hebreo los exponen!

 

Rubén significa: “¡Un hijo que ve!”. Él era el primogénito de Jacob, pero perdió su derecho de primogenitura porque fue llevado por su deseo pecaminoso. Se metió con la concubina de su padre, y Jacob, en su lecho de muerte, dijo de él: “Rubén… te envileciste, subiendo a mi estrado…” (Génesis 49:4). Jacob describió a su hijo como alguien: “Impetuoso como las aguas, no serás el principal” (Génesis 49:3).

 

Rubén solo tenía ojos para este mundo, los deseos, los placeres y las cosas de este mundo. Él era inestable porque su corazón siempre estuvo dividido, y este espíritu fue pasado a su posteridad. Acá vemos toda una tribu ligada al mundo e inclinada a su propia manera de hacer las cosas.

 

Gad significa: “Fortuna o tropa”. Sencillamente significa soldados de fortuna o, mejor dicho: mercenarios. Moisés dijo de Gad: “Escoge lo mejor de la tierra para sí” (Deuteronomio 33:21). Esta tribu era notoriamente obediente en ejecutar “los mandatos y los justos decretos de Jehová”, pero la característica dominante era el interés personal. Gad estaba absorbida por sus propios problemas y por la necesidad de “lograrlo”.

 

La filosofía de Gad es: “Lucharé con el ejército del Señor; seré obediente y haré todo lo que Dios espera de mí, pero primero debo lograr algo. Necesito establecerme con mi familia y luego, ¡estaré libre para hacer más cosas para el Señor!”.

 

 Manasés significa: “Olvidar, descuidar”. Este era el primogénito de José y debía haber recibido el derecho de primogenitura. Pero aun desde su infancia había un rasgo         triste que se estaba desarrollando y Jacob lo vio en el Espíritu. Manasés, algún día olvidaría los caminos de su padre José y descuidaría el mandato del Señor.

 

Considere estos rasgos combinados de los cristianos de “mitad del camino”: inestables como el agua en sus convicciones espirituales; nunca siendo los primeros en las cosas de Dios, tibios, débiles para con sus deseos pecaminosos, gobernados por necesidades egoístas, negligentes con la Palabra, tomando a la ligera los mandatos del Señor, tomando su propias decisiones en lugar de confiar en Dios, olvidando las bendiciones y los tratos del pasado, reacios a entregar sus ídolos, justificando siempre sus propias decisiones, indispuestos a morir a todo aquello que los seduce y atrae de regreso a la “mitad del camino”.

 

Tomemos la decisión de determinar anhelar la plenitud del Señor. El deseo de Dios para usted es que pueda entrar a un lugar de reposo, gozo y paz en el Espíritu Santo. Para ello, se requiere seguirle a Él, “con todo el corazón y con todas las fuerzas”.