“AFIRMANDO” NUESTRA FE

Estoy convencido de que la gente pierde la esperanza cuando pierde la fe. Han oído demasiados sermones, han leído demasiados libros, pero por donde miren a su alrededor, ven ejemplos de naufragios en la fe. Cristianos que alguna vez estuvieron desposados con la fe, hoy rinden su confianza en Dios, en medio de sus momentos difíciles. Así que ¿hacia dónde se torna la gente que busca esperanza? El Espíritu me habló claramente esta palabra: “Debes anclar tu fe. Afirmar tu corazón para confiar en Dios en todas las cosas, en todo momento”.

 

“Afirmar” nuestra fe significa “estabilizar, hacerla inconmovible, echar raíces, poner pilares debajo, establecer un fundamento”. La Escritura dice que nosotros tenemos el poder de hacer esto. Santiago escribe: “el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor” (Santiago 1:6-7).

 

En este pasaje, el Señor deja toda la responsabilidad sobre los creyentes. Dios nos está diciendo, en esencia: “Cuando el mundo vea a mi pueblo en medio de estos días de temblor y ansiedad, deben de ver fe. Mientras todo se sacude, la fe debe permanecer sólida e inconmovible. De modo que, usted, creyente, ancle su fe. Usted, cristiano, tome una posición firme y nunca rinda dicha posición”.

 

Estoy convencido de que el mundo no necesita más sermones sobre la fe. El mundo necesita ver un sermón ilustrado: la vida de un hombre o de una mujer que esté viviendo dicha fe delante del mundo. Ellos necesitan ver a los siervos de Dios pasando las mismas calamidades que ellos están enfrentando, pero sin ser sacudidos por éstas. Sólo entonces, los pecadores se toparán cara a cara con el testimonio poderoso de una fe inconmovible.

 

David lo describió cuando habló sobre “los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres” (Salmos 31:19). Él se estaba refiriendo al creyente, cuya fuerte confianza y vida fiel es un faro de esperanza para los que están en tinieblas.

 

Cuando usted afirma su fe, al traer toda carga y prueba a Cristo, dejando todo a sus pies y descansando en la fe, va a ser severamente probado.

 

Una vez, estuve en el proceso de afirmar mi fe con gran resistencia, cuando verdaderamente le había entregado todas mis cargas al Señor, de pronto, recibí una llamada telefónica con noticias que me estremecieron. Por un segundo un diluvio de temor me inundó. Pero el Espíritu Santo gentilmente me susurró: “Mantén tu posición de fe. No te rindas. Yo tengo todo bajo control. Solamente mantente firme”. Nunca olvidaré la paz que me sobrecogió en ese momento. Al final del día, mi corazón estaba lleno de gozo, mientras me daba cuenta de algo: “Yo confié en ti. No me moví. ¡Gracias!”