UNA SALVACION TAN GRANDE by Gary Wilkerson
“Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? (Hebreos 2:1-3)
La ley que Dios entregó al hombre “era firme”. Sin embargo, esto parece una paradoja. Si esta ley era imposible de guardar para cualquier persona, ¿como no podía ser firme? En primer lugar, la ley nunca fue destinada a ser el medio de nuestra salvación; sino que estaba destinada a mostrarnos nuestra necesidad de salvación. Y la firmeza de la ley hizo esto. Sin embargo, una y otra vez la Escritura revela cómo el hombre falló miserablemente en guardar la ley de Dios.
Nota algo más en este pasaje. Una vez más, el escritor usa la palabra “grande” para describir lo que Jesús ha hecho. Cristo ha hecho un pacto perfecto con el Padre, uno que trabaja para asegurar “una salvación tan grande” (2:3). ¡Hablando de algo firme! El regalo de la salvación de Cristo nos libera de la ley del pecado y de la muerte y está diseñado para obrar en nuestras vidas. Es más, el nuevo pacto de la gracia es el poder de Dios obrando en nuestras vidas. Nos da el poder para seguir Sus mandamientos con Su fuerza, no la nuestra. “testificando Dios juntamente con ellos, con…repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (2:4).
Con un regalo tan grande de salvación, ¿por qué alguien iba a descuidarlo? He aquí el por qué: Estamos condicionados a responder a las leyes con las obras. Incluso en el ámbito de la fe, tenemos la tendencia a reincidir en hacer obras. Podemos estar de acuerdo mentalmente en que somos salvos por la gracia, pero en el fondo muchos de nosotros todavía creemos que las obras son la manera de asegurar las bendiciones de Dios.
Nuestras mentes están condicionadas desde la infancia a reincidir en guardar la ley cada vez que fallamos. Hay reglas básicas en cada hogar: limpiar la habitación; ayudar a despejar la mesa de la cena. Es un acuerdo condicional basado en premios y castigos, y la mayoría de los padres lo utilizan para mantener su cordura.
Este sistema puede funcionar bien en la vida familiar, pero no en la vida del Reino. Sin embargo, ya que la mayoría de nosotros crecimos de esta manera, años más tarde seguimos viendo la vida a través de esta lente. Siempre que fallamos en algo, nuestro reflejo es reincidir en hacer obras.
Las obras nunca pueden lograr lo que sólo la cruz puede proporcionar, ni pueden añadir un solo grado de santidad a nuestras vidas. Obras que son verdaderamente santas son el resultado de la gracia de Dios. Son lo que hacemos en gratitud, alegría y fidelidad porque nos ha sido proporcionada “una salvación tan grande.”
La ley que Dios entregó al hombre “era firme”. Sin embargo, esto parece una paradoja. Si esta ley era imposible de guardar para cualquier persona, ¿como no podía ser firme? En primer lugar, la ley nunca fue destinada a ser el medio de nuestra salvación; sino que estaba destinada a mostrarnos nuestra necesidad de salvación. Y la firmeza de la ley hizo esto. Sin embargo, una y otra vez la Escritura revela cómo el hombre falló miserablemente en guardar la ley de Dios.
Nota algo más en este pasaje. Una vez más, el escritor usa la palabra “grande” para describir lo que Jesús ha hecho. Cristo ha hecho un pacto perfecto con el Padre, uno que trabaja para asegurar “una salvación tan grande” (2:3). ¡Hablando de algo firme! El regalo de la salvación de Cristo nos libera de la ley del pecado y de la muerte y está diseñado para obrar en nuestras vidas. Es más, el nuevo pacto de la gracia es el poder de Dios obrando en nuestras vidas. Nos da el poder para seguir Sus mandamientos con Su fuerza, no la nuestra. “testificando Dios juntamente con ellos, con…repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad” (2:4).
Con un regalo tan grande de salvación, ¿por qué alguien iba a descuidarlo? He aquí el por qué: Estamos condicionados a responder a las leyes con las obras. Incluso en el ámbito de la fe, tenemos la tendencia a reincidir en hacer obras. Podemos estar de acuerdo mentalmente en que somos salvos por la gracia, pero en el fondo muchos de nosotros todavía creemos que las obras son la manera de asegurar las bendiciones de Dios.
Nuestras mentes están condicionadas desde la infancia a reincidir en guardar la ley cada vez que fallamos. Hay reglas básicas en cada hogar: limpiar la habitación; ayudar a despejar la mesa de la cena. Es un acuerdo condicional basado en premios y castigos, y la mayoría de los padres lo utilizan para mantener su cordura.
Este sistema puede funcionar bien en la vida familiar, pero no en la vida del Reino. Sin embargo, ya que la mayoría de nosotros crecimos de esta manera, años más tarde seguimos viendo la vida a través de esta lente. Siempre que fallamos en algo, nuestro reflejo es reincidir en hacer obras.
Las obras nunca pueden lograr lo que sólo la cruz puede proporcionar, ni pueden añadir un solo grado de santidad a nuestras vidas. Obras que son verdaderamente santas son el resultado de la gracia de Dios. Son lo que hacemos en gratitud, alegría y fidelidad porque nos ha sido proporcionada “una salvación tan grande.”