DEPENDENCIA TOTAL

“Porque Jehová tu Dios te introduce en la buena tierra, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales, que brotan en vegas y montes…tierra en la cual no comerás el pan con escasez, ni te faltará nada en ella…Cuídate de no olvidarte de Jehová tu Dios…no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas…y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen…y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Jehová tu Dios, que te sacó de tierra de Egipto, de casa de servidumbre…y digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza” (Deuteronomio 8:7-14,17).

El Señor está hablando aquí no sólo a Israel, sino a nosotros hoy. El propósito de su prueba en el desierto nunca estuvo en duda: "afligiéndote y probándote, para a la postre hacerte bien" (Deuteronomio 8:16). Él tuvo que enseñar a Israel cómo manejar todas las bendiciones que estaba a punto de derramar sobre ellos. Y Dios nos probará de la misma manera que los probó a ellos.

Como puedes ver, a pesar de que los hijos de Israel fueron protegidos y librados por la sangre, guiados sobrenaturalmente y eran el objeto del amor de Dios y de Su poder para hacer milagros, a ellos les faltaba una cosa: ¡Ellos no eran dependientes de Dios!

La sangre puede cubrir tus pecados, pero no te hace dependiente de Él. Los milagros pueden librarte del poder de Satanás, pero no pueden hacer que dependas de Dios. Tú puedes ser guiado por Dios, y aun así no apoyarte completamente en el Señor.

Dios tiene que arrancar de todos nosotros, toda seguridad propia y destruir todo lo que queda de nuestra justicia propia, de nuestro orgullo y soberbia espiritual. Él debe (y él lo hace) humillar a todos aquellos que están destinados a heredar Sus grandes bendiciones espirituales.

Él tomará un Saulo de Tarso, confiado en sí mismo, lleno de justicia propia, consumido por el conocimiento de las Escrituras, lleno de celo divino, dispuesto a morir por Jehová; ¡y lo derribará con una ceguera! Saulo tuvo que ser humillado delante del mundo, llevado de la mano como un niño, esperando, sin ayuda alguna, durante días, hasta que Dios se moviera. ¡Él fue humillado hasta el punto de la dependencia total!