GUARDANDO SU PALABRA

“No sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre” (Deuteronomio 8:3).

Este texto de Deuteronomio es tan poderoso que Jesús mismo lo usó en contra del Diablo durante Su gran tentación en el desierto. “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:2-4).

Como los hijos de Israel en el desierto, Jesús también tuvo hambre. ¿Qué mayor humillación podría haber, que ser el hijo de Dios y ser traído a un lugar de dependencia total?

Como hombre, Jesús aprendió la obediencia y la dependencia por las cosas que padeció, tal como esta crisis de hambre. De hecho, lo que Jesús estaba diciendo era esto: "No estoy aquí para complacerme a mí mismo ni para presumir de mi carne. Yo estoy aquí para hacer la perfecta voluntad de Mi Padre". Jesús rindió toda preocupación humana en las manos de Su Padre. En otras palabras, Él estaba diciendo: "Voy a pasar toda Mi vida y todo Mi tiempo obedeciendo a Mi Padre, haciendo Su perfecta voluntad; y Él me cuidará a Su manera".

Jesús sabía que Dios, tan sólo debía pronunciar una palabra creativa: "Hambre, ¡apártate!" Pero también sabía que el Padre Le podía dar una carne que ninguno conocía, así que no dio lugar a pensar en comida, bebida o abrigo. Más bien, buscaría la voluntad de Dios primero y dejaría que Él se encargue de Sus necesidades.

Jesús estaba diciendo algo muy profundo: "No he venido a pedir al Padre que cumpla Su palabra para mí; ¡Yo he venido para que Yo pueda cumplir todas Sus palabras!" Jesús no necesitaba un milagro para demostrar el amor de Su Padre. Él descansó en las palabras del Padre. Su grito no fue: "¡Dios, guarda Tu palabra para mí!", sino más bien: "Que Yo pueda guardar Tu palabra en todas las cosas".