LA MEDIDA DE LA FE by Gary Wilkerson
Los Evangelios dejan claro que cualquiera que sea la medida de fe que recibimos, depende de nosotros.
“Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino” (Juan 2:1-3).
¿Alguna vez se te acabó algo? ¿Quizás la paciencia para con tu hijo rebelde? ¿La esperanza para tu matrimonio? En esta boda en Caná, la madre de Jesús, María, vio que se había acabado el vino en la fiesta. Así que fue a Jesús a decirle: “Haz algo”.
Jesús respondió “Aún no ha venido mi hora” (2:4). María pudo haber aceptado la respuesta de su Hijo como un firme edicto: “Bueno, se ha declarado soberanamente desde el cielo que el vino no será multiplicado en esta boda”. Por el contrario, ella se condujo como cualquier buena madre judía o cualquier mama, en ese asunto: ignoró la respuesta de su hijo. “Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere” (2:5).
Teológicamente, soy un firme creyente de la soberanía de Dios. Creo que nada sucede a menos que Él lo determine. Pero a veces el decreto soberano de Dios es: “Te encargo esto a ti”. La clara impresión de este pasaje es que Jesús no iba a hacer lo que María le pidió. Inclusive, tenía una sólida razón teológica para ello: “Aún no ha venido mi hora”, queriendo decir que Dios aún no había anunciado Su ministerio público”
Pero María no podía esperar al calendario del cielo. Ella necesitaba que Dios se moviera de forma inmediata, ¡así que el calendario se movió! “Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala…Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora” (2:7-10). Este no era solamente un vino “de repuesto”. ¡Era el mejor vino!
Ocurrió un milagro, que sobrepasaba incluso las expectativas de María. Sin embargo, las cosas podrían haber sido muy distintas. Ella podría haberse desanimado por la respuesta de Jesús. Ella podría haber aceptado Sus palabras literalmente y aceptarlo: “Supongo que es el momento”. En lugar de ello, ella efectuó un retiro de banco celestial ¡cuando ni siquiera había hecho un depósito aún!
“Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino” (Juan 2:1-3).
¿Alguna vez se te acabó algo? ¿Quizás la paciencia para con tu hijo rebelde? ¿La esperanza para tu matrimonio? En esta boda en Caná, la madre de Jesús, María, vio que se había acabado el vino en la fiesta. Así que fue a Jesús a decirle: “Haz algo”.
Jesús respondió “Aún no ha venido mi hora” (2:4). María pudo haber aceptado la respuesta de su Hijo como un firme edicto: “Bueno, se ha declarado soberanamente desde el cielo que el vino no será multiplicado en esta boda”. Por el contrario, ella se condujo como cualquier buena madre judía o cualquier mama, en ese asunto: ignoró la respuesta de su hijo. “Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere” (2:5).
Teológicamente, soy un firme creyente de la soberanía de Dios. Creo que nada sucede a menos que Él lo determine. Pero a veces el decreto soberano de Dios es: “Te encargo esto a ti”. La clara impresión de este pasaje es que Jesús no iba a hacer lo que María le pidió. Inclusive, tenía una sólida razón teológica para ello: “Aún no ha venido mi hora”, queriendo decir que Dios aún no había anunciado Su ministerio público”
Pero María no podía esperar al calendario del cielo. Ella necesitaba que Dios se moviera de forma inmediata, ¡así que el calendario se movió! “Jesús les dijo: Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala…Cuando el maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo: Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora” (2:7-10). Este no era solamente un vino “de repuesto”. ¡Era el mejor vino!
Ocurrió un milagro, que sobrepasaba incluso las expectativas de María. Sin embargo, las cosas podrían haber sido muy distintas. Ella podría haberse desanimado por la respuesta de Jesús. Ella podría haber aceptado Sus palabras literalmente y aceptarlo: “Supongo que es el momento”. En lugar de ello, ella efectuó un retiro de banco celestial ¡cuando ni siquiera había hecho un depósito aún!