ESCUCHANDO CORRECTAMENTE LA VOZ DE DIOS
Cuando la voz de Dios no es oída, los hombres corren y trabajan para Él sin haber sido comisionados, están por su cuenta. Yo he estado ahí, haciendo cosas buenas, aceptando retos, convencido de estar de pie en contra de los hacedores de maldad. Y terminé con miles de dólares en deudas, cansado y desilusionado, pidiendo ayuda por todos los lados. Yo no había sido enviado por Dios, pero no podía entender. Estaba quebrantado, tenía carga, estaba dispuesto a entregar tanto; nada de esto nació de la oración, era sólo una compasión humana.
Pero luego, dije: "¡Basta ya, Señor! No daré un paso más, a menos que Tú lo digas. ¡No me moveré hasta que Tu voz sea oída!" Y cualquier dinero que se necesitara, llegaba, porque Dios respalda lo que Él origina. Es gozo sin carga, paz sin mendigar. La mendicidad en los ministerios de hoy es un resultado del hombre haciendo cosas buenas sin haber sido enviado por la voz de Dios. Ellos han confundido sus propios deseos con la voz de Dios.
Jesús no hacía ni un movimiento a menos que oyera del cielo: "Lo que he oído de él, esto hablo al mundo.... nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el" (Juan 8:26, 28). "El Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar…Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho" (Juan 12:49-50).
Pero luego, dije: "¡Basta ya, Señor! No daré un paso más, a menos que Tú lo digas. ¡No me moveré hasta que Tu voz sea oída!" Y cualquier dinero que se necesitara, llegaba, porque Dios respalda lo que Él origina. Es gozo sin carga, paz sin mendigar. La mendicidad en los ministerios de hoy es un resultado del hombre haciendo cosas buenas sin haber sido enviado por la voz de Dios. Ellos han confundido sus propios deseos con la voz de Dios.
Jesús no hacía ni un movimiento a menos que oyera del cielo: "Lo que he oído de él, esto hablo al mundo.... nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el" (Juan 8:26, 28). "El Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar…Así pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho" (Juan 12:49-50).
Aquí hay cuatro salvaguardias para escuchar correctamente la voz de Dios:
- Su voz siempre te lleva a Jesús y expone todo pecado y concupiscencia. Juan escuchó Su voz y dijo: "Cuando le vi, caí como muerto a sus pies" (Apocalipsis 1:17).
- Su presencia (o rostro) siempre acompaña a Su voz. Te sentirás sobrecogido y lleno de gozo por la gloria de Su presencia.
- El Espíritu Santo te dará la confirmación en Su Palabra. Todo lo que Dios habla, debe alinearse a las Escrituras, en todos los puntos.
- Todo lo que Él dice se mantendrá intacto, puro e incontaminado frente del tribunal de Cristo.