Él ABRIRA LAS VENTANAS DE LOS CIELOS
El Nuevo Testamento está lleno de promesas que muestran cuánto Dios ama responder sobre abundantemente a las oraciones de Su pueblo.
Una de las promesas más conocidas es la de Efesios 3:20. Todos la conocemos bien sin embargo pocos vivimos como si creyéramos en ella. “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros.”
Dios es capaz de responder a nuestras oraciones pero ¡Él quiere hacer algo por nosotros que va más allá de lo que podemos imaginar! Él quiere contestar no conforme a nuestras peticiones endebles sino con base en Sus riquezas y poderío.
La Biblia nos dice que Él es proclive a contestarnos en abundancia: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo...” (Lucas 6:38).
“Antes bien, como está escrito: «Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman». Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu...” (1 Corintios 2:9-10).
“...por medio de estas cosas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina,habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de las pasiones.” (2 Pedro 1:4).
“[Confía]... en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.” (1 Timoteo 6:17).
¡Dios está prácticamente suplicándonos que le pidamos grandes cosas!
A nosotros nos gusta llamarle a nuestro Señor “nuestro Rey” pero ¿realizamos oraciones a la medida de la grandeza de nuestro Rey? Un rey tiene la obligación de cuidad a sus súbditos, y su gente lo honra al pedirle extensivamente, creyendo que él tiene todo lo que ellos necesitan y que él les proverá abundantemente. Amado, ¡usted no puede llamar a Dios “rey” y después acusarlo de permitir que uno de sus súbidtos siga en necesidad!
¿Ha usted avergonzado a Dios con sus peticiones endebles? “Probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, a ver si no os abro las ventanas de los cielos y derramo sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” (Malaquías 3:10).