SU ÚNICA ESPERANZA

La única esperanza para el hombre sordo y tartamudo era acercarse a Jesús (Marcos 7:31-35). Él necesitaba tener un encuentro personal con él.

Permíteme señalar que este hombre no era como aquellos que Pablo describe: “que teniendo comezón de oír…apartarán de la verdad el oído,” (2 Timoteo 4:3-4). Este hombre tampoco tenia “espíritu de estupor… y oídos que no oigan” (Romanos 11:8). Él no era como aquellos descritos en Hechos 28:27: “Y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos”. Ni tampoco era como aquellos que estaban presentes en el apedreamiento de Esteban, gente que “se taparon los oídos” (Hechos 7:57).

El hecho es que este hombre quería oír, quería ser sanado desesperadamente. Sin embargo, leemos, “Y ellos le llevaron un sordo y tartamudo” (Marcos 7:32, cursivas mías). Este hombre no llegó a Jesús por su cuenta, sino que tuvo que ser llevado a Él. Claramente, él debió haber sabido quién era Jesús, y que tenia poder para sanar. Más aun, este hombre sabía cómo comunicarse, ya sea por señas o por escrito, y podía desplazarse solo. Sin embargo, nunca hizo el esfuerzo de ir a Jesús por sí solo. “Ellos” le llevaron a Jesús.

¿Quiénes eran “ellos” en este versículo? Solo puedo especular que ellos eran familiares de este hombre o amigos queridos, personas que lo querían lo suficiente para llevarlo a Jesús. Creo que esta escena dice mucho acerca de la situación de nuestros jóvenes hoy en día. Ellos no irán a Jesús por su propia cuenta, sino que tienen que ser llevados a Él por sus padres, sus amigos y la iglesia. Como los padres del hombre sordo, nosotros también debemos llevar a nuestros hijos y seres queridos a Cristo. ¿Cómo? A través de la oración diaria de fe.

Solo existe una cura, una esperanza, para que nuestros hijos y seres queridos escuchen la verdad, y es un encuentro personal con Jesús mismo. “… y le rogaron que le pusiera la mano encima” (Marcos 7:32). La palabra griega para “rogar” aquí significa implorar, orar. Estos padres le rogaron a Cristo: “Por favor, Señor, toca a nuestro hijo. Pon tu mano sobre él.”