ESTA GUERRA FINAL

La controversia central de esta guerra es la divinidad de Jesús. ¿Es este el Cristo, el unigénito del Padre, Dios encarnado, el Salvador del mundo? ¿O, era Jesús tan solo otro profeta que hacia el bien? ¿Era un hombre ordinario, no divino, no el Salvador resucitado quien se sienta con Dios en gloria?

El apóstol Pedro testificó de la exclusividad de Cristo. “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. (Hechos 4:12) Pedro lo hace absolutamente exclusivo: porque no hay otro nombre debajo del cielo dado a los hombres que provea salvación eterna. Jesús es solo el Mesías, el hijo divino de Dios y el no compartirá su gloria con otra entidad.

Así mismo, Pablo declara: “Y cuál la supereminente grandeza de su poder…la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo, sino también en el venidero” (Efesios 1:19-21) Pablo entonces añade que Jesús es la cabeza exclusiva de todas las cosas. “y sometió todas las cosas bajo sus pies y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo” (Efesios 1:22-23).

Pablo también señala que un día cada criatura reconocerá exclusivamente a Jesús como Señor: “Por lo cual Dios también le exalto hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre. (Filipenses 2:9-11).

Toda lengua en la creación testificara, no que Mahoma es el señor, ni Alá, ni los millones de dioses hindúes, sino que Jesucristo es el único Cordero de Dios. Esta es la controversia central de esta guerra. Sin embargo, no se equivoque: la guerra presente no es por un nombre. Es por la divinidad de Jesús, el Señor resucitado.