DIRECTO DEL CORAZÓN DEL PADRE

Jesús, en su ministerio terrenal, tenía que confiar en un diario obrar interno de la voz del Padre. Tenía que depender del Padre en todo momento, para poder oír Su voz dirigiéndole. De otra manera, Cristo simplemente no podría haber hecho las cosas que hizo. Jesús tenía que oír la voz de Su Padre hora tras hora, milagro tras milagro, un día a la vez.

¿Cómo pudo Jesús oír la apacible y suave voz de Su Padre? La Biblia nos muestra que pasó a través de la oración. Una y otra vez, Jesús iba a un lugar solitario para orar. Aprendió a oír la voz del Padre mientras estaba sobre Sus rodillas y Su Padre fue fiel en mostrarle todo lo que tenía que hacer y decir.

“Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35).

“Se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba” (Lucas 5:15-16).

Imagínate a Jesús enfrentándose a una gran decisión, tal como escoger a Sus discípulos. ¿Cómo escogería el Señor los doce de las vastas multitudes que lo seguían? Tenía que ser una decisión trascendental. Después de todo, estos discípulos formarían los pilares de Su iglesia del Nuevo Testamento. ¿Le dio Su Padre los doce nombres mientras todavía Él estaba en la gloria? Si ese fuera el caso, ¿por qué Jesús pasó una noche entera en oración antes de nombrar a los doce?

Lucas nos dice: "En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios" (Lucas 6:12). En la mañana siguiente, Jesús llamó a los doce. ¿Cómo los conoció? El Padre se lo había revelado la noche anterior.

En esa misma noche, el Padre le dio las bienaventuranzas a Su Hijo, aquellos dichos del Sermón del Monte: "Bienaventurados los pobres… Bienaventurados los que lloran… Si juzgas… " (ver Mateo 5-7). Jesús lo había recibido todo directo del corazón del Padre.