ENTRANDO EN EL REPOSO DE DIOS
Para entrar en el descanso de Dios, tenemos que renunciar a nuestros propios esfuerzos y sudor. Solamente la fe nos introduce en este perfecto descanso: “Pero los que hemos creído entramos en el reposo” (Hebreos 4:3). Simplemente, decidimos en nuestros corazones creer que Dios es fiel para libertarnos en todas las circunstancias, no importa cuán imposibles puedan parecer.
“Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas” (Hebreos 4:10). Cuando descansamos en Cristo, dejamos ya de poner una cara de valiente en los tiempos de problemas. No inflamos una aceptación falsa de nuestra crisis. Y no nos preocupamos de que podamos rendirnos ante el temor y empezar a cuestionar el amor de Dios. En pocas palabras, nuestra “mentalidad de esfuerzo” ha cesado de conducirnos. Ahora, hemos aprendido simplemente a confiar en el Señor.
¿Cómo desarrollamos esta clase de confianza? Buscamos al Señor en oración, meditamos en Su Palabra y caminamos en obediencia. Puedes objetar: “Pero todas esas cosas son obras”. Estoy en desacuerdo. Todas esas cosas son actos de fe. Mientras efectuamos estas disciplinas, estamos confiando en que el Espíritu Santo está obrando en nosotros, construyendo un estanque de reservas de fortaleza para nuestro tiempo de necesidad. Puede ser que no sintamos como si la fortaleza de Dios estuviera entrando en nosotros o que sintamos Su poder formándose en nosotros. Pero, cuando nuestra próxima prueba venga, estos recursos celestiales se manifestaran en nosotros.
Esta es la razón primordial por la que busco al Señor diligentemente; ayunar, orar, estudiar, tratar de obedecer Sus mandamientos mediante el poder del Espíritu Santo. No es porque sea un ministro que desea convertirse en un ejemplo. Hago estas cosas porque sé que todavía tengo muchas pruebas por delante. Mientras siga sirviendo al Señor, el diablo nunca me dará descanso. Tendré que enfrentar intensos combates, ataques sorpresivos. Y a pesar de todas las victorias y paz que ya he experimentado, siempre necesitaré que los recursos celestiales me ayuden a soportar.
“Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas” (Hebreos 4:10). Cuando descansamos en Cristo, dejamos ya de poner una cara de valiente en los tiempos de problemas. No inflamos una aceptación falsa de nuestra crisis. Y no nos preocupamos de que podamos rendirnos ante el temor y empezar a cuestionar el amor de Dios. En pocas palabras, nuestra “mentalidad de esfuerzo” ha cesado de conducirnos. Ahora, hemos aprendido simplemente a confiar en el Señor.
¿Cómo desarrollamos esta clase de confianza? Buscamos al Señor en oración, meditamos en Su Palabra y caminamos en obediencia. Puedes objetar: “Pero todas esas cosas son obras”. Estoy en desacuerdo. Todas esas cosas son actos de fe. Mientras efectuamos estas disciplinas, estamos confiando en que el Espíritu Santo está obrando en nosotros, construyendo un estanque de reservas de fortaleza para nuestro tiempo de necesidad. Puede ser que no sintamos como si la fortaleza de Dios estuviera entrando en nosotros o que sintamos Su poder formándose en nosotros. Pero, cuando nuestra próxima prueba venga, estos recursos celestiales se manifestaran en nosotros.
Esta es la razón primordial por la que busco al Señor diligentemente; ayunar, orar, estudiar, tratar de obedecer Sus mandamientos mediante el poder del Espíritu Santo. No es porque sea un ministro que desea convertirse en un ejemplo. Hago estas cosas porque sé que todavía tengo muchas pruebas por delante. Mientras siga sirviendo al Señor, el diablo nunca me dará descanso. Tendré que enfrentar intensos combates, ataques sorpresivos. Y a pesar de todas las victorias y paz que ya he experimentado, siempre necesitaré que los recursos celestiales me ayuden a soportar.