Y FALTANDO EL VINO by Gary Wilkerson

"Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora. Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere" (Juan 2:1-5).

La mayoría de cristianos sabe que el primer milagro de Jesús fue realizado en las bodas de Caná: "Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria" (Juan 2:11). Cristo acababa de comenzar Su ministerio y ya tenía un pequeño grupo de discípulos que lo seguían. Pero, al ejecutar esta maravilla, Él reveló Su gloria al mundo de una forma espectacular.

Sin embargo, el milagro que Jesús hizo acá, también tiene un gran significado para la iglesia más allá de aquel tiempo y lugar. El versículo 3 contiene una frase simbólica poderosa: "Y faltando el vino". A lo largo del Nuevo Testamento, el vino tiene que ver con la presencia manifiesta de Dios a través del Espíritu Santo. Pablo evoca esto cuando escribe: "No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu" (Efesios 5:18).

¿Qué significa que el pueblo de Dios se quede sin vino? En este cuadro, el vino estaba en el centro de la celebración de bodas, era servido a discreción a todos los invitados. Era un cuadro de gente alegre sobre los cuales el Espíritu de Dios fluía libremente. Pero se presentó una necesidad porque se acabó el vino y la gente necesitaba que éste sea repuesto para mantener su gozo.

Como cristianos, todos tenemos al Espíritu Santo presente en nosotros. Sin embargo, también es verdad que debemos ser llenos del Espíritu continuamente. Todos nosotros experimentamos subidas y bajadas en nuestro caminar con Cristo. Las bajadas no significan que Su Espíritu nos ha dejado, pero sí significa que estamos llamados vez tras vez a saciar la sed profunda que el Espíritu mismo pone nuestro interior. Como hijos de Dios, necesitamos el alimento espiritual que sólo Él puede dar; el alimento que nos da el poder para amar a otros como Él ama, para vivir una vida piadosa que Le agrade y para hablar con denuedo Su Palabra a los demás.