BAJO LA REGLA DE LA GRACIA

El hijo pródigo necesitaba lo que el apóstol Pablo llama “”el renovar de la mente”. Yo amo leer las siguientes palabras de la parábola: “Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies… Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta” (Lucas 15:22-23).

El hijo pródigo tenía mentalidad de condenación, y esto fue puesto en él por Satanás. Hoy, lo mismo sucede con muchos de los hijos de Dios. Nuestro Padre se regocija de nosotros, nos abraza con brazos amorosos. Pero nosotros creemos que la humildad significa decirle a Dios lo malos que hemos sido, desenterrando nuestros pecados pasados en lugar de confiar en sus expresiones de amor. Y todo el tiempo pensamos con culpa, “Dios tiene que estar enojado conmigo. He pecado peor que muchos otros.”

Cuando los sirvientes del padre trajeron el mejor vestido que había en la casa y se lo pusieron al hijo, representaba el ser vestido con la justicia de Cristo. Luego el padre puso el anillo en el dedo del joven, significando la unión con Cristo. Finalmente, él puso calzados en los pies del muchacho, que representa ser calzado con el evangelio de la paz de Cristo. El padre amoroso estaba mostrándole a su hijo: “Quita esos andrajos de carne, esos vestigios de esfuerzos personales para complacerme. Déjame mostrarte cómo yo te veo. Tú estás entrando a mi casa y a mi presencia como un nuevo hijo del rey. ¡Tú no estás entrando como un pordiosero o un esclavo, sino como mi hijo, el cual me deleita! Ahora entra, con libertad y confianza.”

Lo mismo es verdadero hoy día. Tenemos que ser renovados en nuestra manera de pensar sobre cómo Dios nos recibe en su presencia. “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo…acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe” (Hebreos 10:19-20, 22 cursivas mías).

La palabra “libertad” que se usa aquí, viene de una palabra raíz que significa “un esclavo emancipado”. Significa no estar más bajo la ley del pecado y de la muerte, sino bajo la regla de la gracia. Para decirlo de una manera corta, es por el amor del Padre- sólo por su misericordia- que cualificamos para entrar a su presencia. Y aquí está la calificación: “Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos (cualificados) para participar de la herencia de los santos en luz; el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosences1:12-13 cursivas mías).