LOS INSTRUMENTOS DE LA COSECHA

“Al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:36-38).

Jesús lo dijo claramente: “La cosecha está lista, pero los obreros son pocos”. Entonces, ¿por qué hay tan pocos obreros? Hoy en día, las iglesias están repletas de creyentes que declaran que Cristo es todo en sus vidas. Se gastan millones de dólares en levantar centros de adoración en todo lugar.

Lo cierto es que, si no somos capaces de cosechar almas, si nuestras vidas no reflejan el poder transformador del evangelio que predicamos, entonces nos hemos devaluado como obreros. Nuestro caminar con Cristo debe ofrecer prueba al mundo de que las promesas de Dios son verdaderas.

Como obreros, somos los instrumentos de la cosecha en las manos del Señor. En los días de Cristo, era una hoz, una navaja larga y curvada de un solo filo con una mango largo. Era forjada por un herrero, que la ponía en el fuego, luego la ponía sobre un yunque, donde la golpeaba y doblaba hasta obtener esa forma. Entonces, todo el proceso era repetido, una y otra vez, hasta que el canto tuviera una superficie áspera y filuda.

El paralelo es claro, Dios está forjando obreros. Él no está solamente martillando para deshacerse del pecado. Y este proceso explica porque los obreros son pocos. La mayoría de los feligreses son como los miles que se ofrecieron para ir con Gedeón en el Antiguo Testamento. Dios vio temor en muchos de ellos, sabiendo que no soportarían el fuego, el martilleo, los tiempos difíciles. Y de los miles que siguieron a Gedeón, solo trescientos fueron escogidos.

Lo mismo sucede hoy. Aquellos que realmente son llamados a la cosecha, son llamados a soportar el fuego formador y purificador y el continuo martilleo. Pero no muchos soportan.