EL CONSOLADOR

Durante la última cena, Jesús les dijo a sus discípulos, los alumnos que habían aprendido de Él y que fueron sus amigos durante tres años, que Él se iba. ¡Imagina cuanto debe haber perturbado a los discípulos escuchar algo así! Él era su líder. Él era quien hacia los milagros. Él era quien tenía la respuesta perfectamente sabia cuando los fariseos los acorralaban. Cuando hablaba, lo hacía con una autoridad distinta a cualquier maestro que hubieran escuchado alguna vez. Ninguno había enseñado de esa manera antes.

¿Cómo podía dejarlos ahora que más lo necesitaban? Y lo más confuso de todo, dijo que su partida los beneficiaría. “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya” (Juan 16:7)

Esa declaración debe haber dejado atónitos a los discípulos. ¿Cómo podía convenirles que Jesús se fuera? Este era el maestro con quien ellos habían comido, caminado, viajado, a quien habían observado y de quien habían aprendido. Sería imposible para ellos ver algún beneficio en su partida.

Afortunadamente, Jesús les explico el porqué: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:16-17). Entonces volvió a decirles: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.” (16:7)

Ahora todo el panorama comenzaba a mostrarse. El Padre envió al Hijo para que cumpliera una tarea específica, para testificar del amor de Dios. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Dios mostraría ese amor al sacrificar a su Hijo en la cruz para pagar la pena por nuestros pecados. Y después de que el Hijo cumpliera con su obra en la cruz, se levantara de los muertos y ascendiera al cielo, el Hijo enviaría al Espíritu.

Aunque en aquel momento los discípulos no podían comprenderlo, era mejor tener en ellos al Espíritu Santo invisible que tener al Jesús físico con ellos. La persona divina que venía les ayudaría a comprender todo lo que él había dicho.

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Jim Cymbala comenzó la iglesia Brooklyn Tabernacle con menos de veinte miembros en un pequeño y deteriorado edificio en una parte difícil de la ciudad. Nacido en Brooklyn, es un viejo amigo de David y Gary Wilkerson.