CUANDO NO HAY ESCAPE

Leemos en Éxodo 14, que Dios había dicho a los hijos de Israel que acamparan “delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar” (14:2).  Esta ubicación estaba entre dos pases de montaña, con el mar que rodeando un tercer lado. La única ruta posible de escape estaba atrás, en el desierto; y ésta, estaba bloqueada por el ejército de Faraón, que se aproximaba. 
Los israelitas estaban horrorizados ante su situación, ¡y estaban igualmente horrorizados de que Dios mismo los había conducido hasta allí! Había tantas maneras en las que Dios podría haber rescatado a Su pueblo. Él podría haber preordenado que las ruedas de los carros de los egipcios fueran destruidas en pleno desierto, matando de hambre a los egipcios. 
O también podría haber enviado la nube sobrenatural sobre el campamento de los egipcios para confundirlos, haciendo que los soldados corran en caos y desorden durante días. Pero, en su lugar, eligió enviar la nube detrás de los israelitas como protección.
O podría haber enviado un solo ángel para matar a todo el ejército egipcio, en un abrir y cerrar de ojos. Dios podría haber elegido destruirlos en cualquier momento, de muchas maneras.
Sin embargo, el Señor eligió no tomar tales acciones. En lugar de ello, estrujó a Israel en una situación apretada y alarmante, de la cual era imposible escapar por medios humanos. ¿Cómo sabemos que Dios preparó esta situación espantosa para poner a prueba a Su pueblo? Su propia Palabra lo dice así: "Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos" (Deuteronomio 8:2).
El Señor conduce a Sus hijos a situaciones difíciles para poder proveer una oportunidad para que ellos pongan sus vidas en Su mano; para que estén quietos y confíen que Él les dará liberación y dirección.