LUCHA INÚTIL

Todos podemos decir: “Soy redimido por la sangre de mi Salvador, pero aún no lo he alcanzado completamente”. Cantamos y gritamos alabanzas a nuestro Dios y aun así muchos de nosotros continuamos luchando para agradarle.
Ocasionalmente, puedes ganar una victoria ¡y sentirte tan bien al respecto! Te dices a ti mismo: “Lo hice. Sabía que si ponía mi mente y mi corazón en este asunto, obtendría la victoria”. Tienes una tendencia a sentirte orgulloso acerca de lo que has logrado y luego vas por ahí juzgando a otros que no son victoriosos.
Cuándo yo era más joven, si necesitaba tener victoria sobre algo, me convencía a mí mismo: “Haré esto aunque me muera” ¡Y parecía que moriría! Pasaba un mes o dos y yo pensaba: “Esos pensamientos codiciosos ya se fueron. ¡Soy libre!” Pero siempre resultaba ser una victoria parcial y volvía el desánimo.
“Oh, Dios” clamaba yo, “te he rogado que me libertes, pero no lo has hecho. Estos sentimientos siguen en mí”. Y entonces, culpaba a Dios.
¿Qué estaba sucediendo? Yo estaba tan ocupado luchando en la carne para ser justo, que perdí mi comprensión de la verdadera justificación, la única justificación que el Padre acepta es la de Su Hijo, Jesucristo. Cuando estamos de pie delante del Padre, Él nos acepta sólo a través de Cristo, a través de Su justificación y victoria.
Quizás te preguntas: “Qué debo hacer” Primero, no escuches las mentiras del diablo. Segundo, ponte sobre tus pies espirituales y comienza a declarar: “Por mi fe en la sangre de Jesús, yo recibo la justificación de Cristo” Luego, regocíjate.
“En quien tenemos redención por su Sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:14).
La redención significa simplemente “ser puesto en libertad” y nosotros hemos sido puestos en libertad por la preciosa sangre de Jesús. Podemos pararnos contra toda acusación y decir: “Satanás, esta fue la última vez que me acusaste. Mi Biblia dice que soy redimido porque creo en lo que Jesús hizo por mí en la cruz”.