EL CENTRO DEL MENSAJE DE JESUS

El arrepentimiento era el centro del primer sermón después de la resurrección de Cristo. Pedro le dijo a la multitud reunida en Pentecostés, “Jesús Nazareno,… prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole.” (Hechos 2:22-23).

Cuando las personas escucharon esto, cayeron bajo gran convicción. La Palabra predicada remordió sus corazones, porque el Espíritu Santo había llegado en todo su poder. Y según Jesús, esa es precisamente la obra del Espíritu Santo. Él dijo que el Espíritu Santo viene a “[convencer] al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8).

La multitud estaba tan conmovida que no podía moverse. De repente, ante ellos estaban los asuntos mismos de la vida y la muerte. Así que clamaron a Pedro, preguntándole que debían hacer. Él contestó: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados,… Sed salvos de esta perversa generación. (Hechos 2:38, 40).

Este pasaje ilustra que el centro del mensaje de Jesús es el arrepentimiento. Si no hay convicción en el mensaje – ninguna verdad acerca del pecado y culpa, ningún remordimiento del corazón – entonces sencillamente el Espíritu Santo no está allí. Sencillamente, Él no está presente en tal predicación.

Pedro no estaba interesado en ofender al gentío en Pentecostés. Su único propósito era mostrarles la verdad. Y cuando el Espíritu Santo revela la verdad, convence. Va profundo y desarraiga cada área de nuestro corazón.

Tristemente, esto no está sucediendo en muchas iglesias hoy. Nuestro ministerio recibe carta tras carta haciendo eco del mismo refrán: ‘Tengo un vecino al cual le he testificado por meses. Lo llevé a la iglesia, esperando que escuche una palabra acerca de su condición, y su necesidad del Señor. Pero mi pastor nunca menciona una palabra acerca del pecado. Nunca hay una palabra que traiga convicción, que explique en detalle la necesidad por una limpieza de Jesús, del poder libertador. Así que mi vecino salió sintiéndose aun más cómodo en su pecado.”

¡Qué tragedia! Qué triste debe ser para Dios que más personas son respaldadas en sus pecados dentro de la iglesia que fuera de ella.

Según Jesús, nadie puede ser libertado del pecado si no es confrontado con la verdad y sin la presencia y el poder convencedor del Espíritu Santo.