NACIDOS EN UN RESPLANDOR DE GLORIA

La iglesia del Nuevo Testamento nació en un resplandor de gloria. El Espíritu Santo descendió sobre ella con fuego y los primeros cristianos hablaban en lenguas y profetizaban. Ellos experimentaban una fuerte convicción de pecado y multitudes se convertían. El temor de Dios caía sobre ellos y sobre todos los que los veían. Las cárceles no podían retenerlos y las tormentas no podían ahogarlos. Había señales, prodigios y milagros. Evangelistas osados iban por todas partes predicando la Palabra y cuando les quitaban sus posesiones, continuaban regocijándose. Cuando eran apedreados, ahorcados, quemados o crucificados, iban cantando y alabando a Dios. Era una iglesia triunfante, sin miedo a Satanás, irreverente hacia los ídolos, impasible ante plagas o persecución. Era una iglesia lavada con sangre, que vivía y moría en victoria.

¿Cómo será la iglesia de los últimos tiempos? ¿Cómo andará la iglesia en su hora final? ¿Como una iglesia gorda, próspera y egoísta o será sólo un puñado de verdaderos creyentes perseverantes, viendo cómo la muerte y la apostasía carcomen como un cáncer? ¿La frialdad la dejará débil, burlada y sin poder? ¿Saldrá la iglesia de este siglo llena de hipocresía, con las manos sucias y corazones impuros ofreciendo fuego extraño con gran alabanza, adoración y reuniones de oración?

De hecho, habrá un gran alejamiento o apostasía. Habrá prostitución espiritual en todo lugar. Y debido a que el pecado ha de abundar, el amor de muchos se enfriará. Vendrán engañadores, enseñando doctrinas de demonios. La gente tendrá comezón de oír y acudirá cual rebaño a escuchar predicaciones suaves. Los engaños llegarán a ser tan terribles que aun los escogidos serán severamente probados.

Pero la iglesia de Jesucristo no saldrá gimiendo o cojeando. Saldrá victoriosa, con gozo inefable, montando un río de paz. Saldrá libre de toda esclavitud, con su pie sobre el cuello de Satanás. Y cada miembro de esta iglesia verdadera vivirá y morirá sin miedo. El poder del tentador será quebrantado. Los cristianos serán santos y derribarán ídolos. Serán tan fuertes en el Señor como los primeros cristianos.

“Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne” (Hechos 2:17).