UN ANCLA EN LA TORMENTA

“La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (Hebreos 6:19).

El ancla a la cual se refiere este pasaje de la Escritura es la esperanza. No la esperanza de este mundo malvado en el que vivimos sino la esperanza fundamentada en la promesa de Dios de guardar, bendecir y gobernar sobre aquellos que confían en Él. La esperanza bíblica no es hacerse ilusiones o tener una actitud optimista; más bien, se trata de una expectativa confiada basada en la certeza de la Palabra de Dios que como Él nos ha sostenido en el pasado, así lo hará en el futuro.

Sólo esta esperanza es nuestra ancla en las tormentas que caen sobre la tierra en este momento. El escritor de Hebreos advirtió: “No os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas” (Hebreos 6:12).

Dios hizo un juramento a los "herederos de la promesa," que son todos aquéllos que están en Cristo. Él hizo este juramento para poner fin a todos los esfuerzos, todas las dudas, de modo que “…tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros” (Hebreos 6:18).

Esta es nuestra esperanza: ¡Dios ha jurado cumplir sus promesas y es imposible que Dios mienta!

Él cumplió su palabra a Abraham y Él cumplirá su palabra en ti en la medida en que confíes en Él. Necesitamos un fortísimo consuelo en estos tiempos llenos de dificultades.

Después de que todo ha sido dicho y hecho, y de todos los sermones sobre esperanza que han sido predicados, todo se resume en esto: ¿Estamos dispuestos a encomendar todo en sus manos, a descansar en su Palabra y a mantenernos firmes sin vacilar en el amor de Dios, totalmente convencidos de que sus promesas para ti se cumplirán?

“No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa” (Hebreos 10:35-36).