ÍDOLOS EN EL CORAZÓN

Ciertos ancianos de Israel fueron al profeta Ezequiel buscando orientación del Señor. Estos hombres no eran como muchos de los Israelitas, quienes doblaban sus rodillas ante los ídolos públicamente. No los encontrabas en algún templo de ídolos, ofreciendo allí sacrificios a los falsos dioses. Ellos eran líderes del pueblo y querían aparentar ser hombres piadosos delante de todos.

Por fuera, estos ancianos tenían la apariencia de hombres que tenían un corazón para Dios y querían conocer Su palabra para sus vidas. Esa es la manera en la cual ellos se acercaron a Ezequiel, pero Dios le reveló a Ezequiel lo que había en sus corazones. Y le dijo al profeta: “Hijo de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón, y han establecido el tropiezo de su maldad delante de su rostro” (Ezequiel 14:3). El Señor estaba diciendo: “Estos hombres han venido a ti diciendo que quieren oír una palabra mía y que quieren caminar en obediencia a mis mandamientos. ¡Pero están mintiendo! Tienen pecados ocultos en sus vidas”

Todos estos ancianos tenían una idolatría oculta, secreta. Sus corazones estaban esclavizados con pecados que ellos consentían a puertas cerradas. Nadie podría notar esto por sus apariencias. Por el contrario, ellos no daban la impresión de ser paganos o adoradores de ídolos, sino de ser respetados hombres de Dios que se ocupaban de sus ministerios.

Un tropezadero de iniquidad es cualquier cosa maligna que se interpone entre tú y Dios, cualquier tentación que te priva de caminar firme con Él. Es cualquier pecado habitual que causa que vaciles en tu fe, cualquier deseo que traiga vergüenza a tu corazón y al nombre de Cristo, cualquier pecado que se aferra a ti cada vez que vienes al Señor buscando su guía. Puedes venir a la casa de Dios, levantar tus manos, adorarlo en voz alta, y todavía tener un tropezadero de iniquidad en tu corazón.

Solamente apartándote de tu ídolo con sincero arrepentimiento puedes oír la verdadera palabra del Señor y recibir orientación divina y clara. Cuando te arrepientes, la primera cosa que vuelve a ti es tu discernimiento, y mientras más te alejes de tu pecado, verás más claramente y escucharás la voz de Dios. Su voz llegará a ser inconfundible, clara, que habla con la autoridad de la verdad.