JESUS NOS RESCATO

Por el pecado de Adán, todos fuimos hechos pecadores y por el sacrificio de Jesús fuimos hechos justos. Jesús nos rescató, pagó el precio para que el diablo no pudiera reclamar a aquéllos que se arrepienten y confían en Cristo y en Su obra terminada.

Desde el principio, Dios sabía que el hombre no podía cumplir Su divina ley. Él instituyó la ley para darle orden a la raza humana y que esta no se destruyera a sí misma. La ley fue creada para nuestra propia protección. Fue hecha para hacernos dar cuenta que en nuestra propia fortaleza y justicia, no podemos pararnos frente al Dios santo. La ley fue un espejo que Dios nos puso enfrente para decirnos, “Déjame mostrarte lo que yo espero de tí, lo que mi justicia requiere. Aquí esta Mi ley y aquí es donde tú has fallado, donde vives en pecado. Tú has fallado en este punto.... en este punto.... en este punto. ¡Nadie es suficientemente justo para cumplir Mi ley!

Los fariseos trataron de cumplir la ley. Ellos velaron sobre más de 600 regulaciones, desde lavarse las manos hasta rehusarse a tocar a un gentil. Ellos intentaron cumplir toda la ley creyendo que un día se pararían delante de Dios y dirían, “Yo guardé todas tus leyes. Yo hice esto y esto. Ahora tienes la obligación de salvarme.”

Sin embargo, nadie puede esperar que sus grandes obras ameriten justificación. La Palabra de Dios sostiene que “¡Si tú has fallado solamente una parte de la ley, tú la has fallado toda!” Si usted espera que Dios acepte su buen comportamiento, ¡olvídelo! Usted nunca será capaz de cumplir la ley completa.

Debido a que nosotros no pudimos cumplir con las demandas de justicia establecidas en la ley de Dios, Jesús vino a la tierra y de manera perfecta la cumplió. Él nunca falló y todo lo hizo motivado por amor. “No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir...” (Mateo 5:17).

Cuando Jesús ascendió con el Padre, Su obediencia perfecta satisfizo todas las demandas de la ley, y Su sangre fue presentada para pagar el precio de nuestro pecado. Aquí se paró un Hombre ante la presencia de Dios cuya justicia fue perfecta y por tanto, aceptable ante el Padre.