DISFRUTE SU COMPAÑIA

En Éxodo 24, Dios hizo un pacto con Israel. Él prometió, “Si ustedes obedecen mis palabras, yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo.” Tras leer Moisés la ley al pueblo, ellos contestaron, “Obedeceremos y haremos todas las cosas que Jehová ha dicho.”

Este pacto tenía que ser sellado -ratificado y puesto en vigor -. Esto solamente podía suceder si la sangre era rociada sobre dicho pacto. Hebreos nos dice que, “[Moisés] tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo.” (Hebreos 9:19).

La sangre proveniente de las ofrendas puestas bajo fuego era contenida en una vasija. Moisés tomó parte de esta sangre y la esparció sobre el altar. Después tomó un hisopo (planta), la sumergió en la vasija y roció parte de la sangre en los once pilares (representando las doce tribus de Israel). Finalmente, Moisés sumergió el hisopo en la vasija y roció la sangre en el pueblo para así sellar el pacto.

Queda claro que el roció de la sangre le dió a los Israelitas completo acceso a Dios - con gozo. En esta ocasión no tenía nada que ver con el perdón del pecado sino con la comunión. Ellos fueron santificados, purificados para estar en la presencia de Dios.

Moisés y los setenta ancianos subieron a la montaña para encontrarse con Dios, donde el Señor se les apareció. Estos hombres vieron una mesa delante de ellos y las Escrituras insinúan que con facilidad, confort y sin miedo a ser juzgados, ellos se sentaron delante de la presencia de Dios, comieron y bebieron con Él: “Pero no extendió su mano contra los príncipes de los hijos de Israel: ellos vieron a Dios, comieron y bebieron.” (Éxodo 24:11).

Esto es simplemente maravilloso. Estos hombres pudieron comer y beber en la misma presencia de Dios, mientras que poco antes, ellos tenían miedo en sus vidas. La sangre había sido rociada y ellos comprendieron la seguridad, poder y seguridad que había en ella. ¡Ellos no tuvieron miedo!

Amados, hoy nosotros tenemos un nuevo pacto con Jesucristo, un pacto sellado con Su propia sangre. Cuando Su preciosa sangre fue rociada sobre su alma, tuvo el objetivo de la comunión para que usted pudiera ir con firmeza - facilidad y sin miedo a ser juzgado - en la presencia de Dios. Se le ha dado acceso a Él, sin ninguna condenación por el pecado, libre para hablar con Dios y disfrutar de Su compañía.