¡VE A MIS HERMANOS Y DILES !

Cuando Jesús se le apareció a María Magdalena en el jardín donde se encontraba el sepulcro, ella suposo que Él era el jardinero. Su corazón estaba pesado y ella clamó, “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré.” (Juan 20:15).

“Jesús le dijo: —¡María!Volviéndose ella, le dijo: —¡Raboni! —que significa: «Maestro»” (versículo 16). Jesús sabe los nombres de aquéllos que lo aman - y Él llamó a María por su nombre.

Jesús entonces le dijo a ella, “Suéltame” (versículo 17). Jesús sabía que María no lo dejaría ir. Su corazón estaba clamando, “¡Ya te perdí una vez, pero nunca más voy a volverte a perder!”

Debió haberle tomado mucho valor a María hacerle caso a las palabras de Jesús. Usted observa que Él le dijo a ella que Él iba a partir por un tiempo y que ella debía ir con los otros y “...diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.”(versículo 17).

María rápidamente fue con los discípulos quienes habían regresado a casa después de ver que Jesús no estaba más en el sepulcro. Estos simples pescadores estaban reunidos en un cuarto, tal vez limpiando su equipo de pescar. Ellos no eran teólogos pero ellos habían sido entrenados durante tres años a los pies del Maestro.

¡Fue María, sin embargo, quien tuvo la revelación! Estos hombres tuvieron que sentarse y escuchar a una mujer que había escuchado de parte de Jesús. ¿Puede usted imaginar esta escena? “¿Qué dijo Él? ¿Qué apariencia tenía?” María simplemente contestó, “Todo lo que yo sé es que yo lo ví a Él. ¡Y Él me dijo que viniera aquí y les dijera algo!”

Yo amo escuchar a hombres y mujeres devotas de Dios decir las palabras que María dijo: “¡Yo he escuchado de parte de Él y tengo algo que decir!” El clamor de mi corazón todo el tiempo que preparo una predicación es, “Señor, si tú no me vas a hablar, ¡yo no voy a hablarles a ellos!” Como María Magdalena, nosotros todos debiéramos tener un corazón tan entregados al Señor que Él nos da su mente y dice, “¡Ve a mis hermanos y diles!”