LEVÁNTATE Y ANDA

El hombre paralítico ilustrado en Marcos 2 fue perdonado y declarado sin faltas a los ojos de Dios, pero él todavía era un prisionero de su aflicción. Él fue librado de todos sus pecados, pero seguía todavía imposibilitado. ¡Él había conocido a Cristo como un liberador pero no como un proveedor!

No es suficiente ser un paralítico perdonado, un prisionero liberado. Hay algo que debemos hacer. ¡La parte de Cristo es limpiarnos para estar ante Dios y nuestra parte es levantarnos y caminar! Debemos de ir más allá del alivio de los pecados y entrar a la libertad que trae su provisión.

“¿Qué es más fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, o decirle: Levántate, toma tu camilla y anda? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados, -dijo al paralítico-: A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Marcos 2:9-11).

El hombre no se levantó en sus propias fuerzas; Cristo le impartió su fuerza a él. Sin Cristo, no podemos hacer nada. ¡Sólo podemos vencer a través de su fuerza y del poder del Espíritu Santo!

Cristo le estaba diciendo a este hombre, “¡Voy a hacer de ti un ejemplo de mi poder sobre el pecado! En lo que tú eras más débil, yo te voy a hacer más fuerte. La cosa que te tenía prisionero, ahora la vas a levantar y te la llevarás. Tú vencerás a aquello que te tenía sometido.”

Un paralítico espiritual no puede ser la verdadera expresión de Jesucristo. Debemos vivir en el total poder y victoria de una vida libre de las ataduras del pecado. Todos nosotros conocemos nuestras debilidades y las áreas donde somos vulnerables. Aunado a ello, Satanás nos dice que siempre seremos débiles en esos aspectos y que algún día sucumbiremos.

¡No es así! Por medio de su glorioso poder, Dios puede hacernos los más fuertes en nuestro punto más débil. Eso es lo que la Escritura quiere decir cuando habla de que su poder se perfecciona en nuestra debilidad.

¿Cuál es su impedimento? ¿Un pecado que le acosa, una debilidad, una controversia interior que no ha sido resuelta? ¡Sea lo que sea, debe salir! Usted no puede seguir encadenado a un lecho de fracaso. Todo esto se logra por fe en las promesas de Dios.

¡El Señor quiere que usted se levante de ese lecho! ¡Él le dará todo el poder que usted necesita para vencer y caminar en completa liberación!