LA IRRACIONALIDAD DE LA FE
Cuando Dios le dice a la humanidad, “Creed”, él esta pidiendo algo que es completamente fuera de la razón. La fe es totalmente ilógica. La propia definición de la fe tiene que ver con algo irrazonable. Piense en esto: Hebreos dice que la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Se nos está diciendo en resumen, “No hay un fundamento tangible, no hay evidencia visible”. Y se nos pide que creamos.
Estoy tocando este tema por una razón importante. Ahora mismo, alrededor de todo el mundo, multitudes de creyentes están abatidos y descorazonados. El hecho es que, todos nosotros enfrentaremos situaciones que nos descorazonan en esta vida. Pero yo creo que si entendemos la naturaleza de la fe – su naturaleza ilógica e irrazonable – encontraremos la ayuda que necesitamos para salir adelante.
Considere la fe que se le demandó a Noé. El vivió en una generación que se había descontrolado. La condición humana se había vuelto tan mala que Dios ya no podía soportarla. Finalmente, El dijo, “¡Suficiente! El hombre se está destruyendo a sí mismo - esto debe terminar” (ver Génesis 6).
Imagínese la consternación de Noé al tratar de captar lo siguiente. Dios iba a enviar un cataclismo, un evento que destruiría toda la tierra. Y todo lo que se le dijo a Noé fueron unas breves palabras que vinieron del cielo. El simplemente tenía que aceptarlo por fe, sin recibir ninguna otra dirección por 120 años.
Piense en lo que la fe estaba demandando de Noé. Se le había dado la tarea monumental de construir un arca enorme, mientras continuaba viviendo en un mundo peligroso. El tenía que continuar creyendo mientras el mundo entero danzaba, festejaba y se desenfrenaban en sensualidad alrededor de él. Pero Noé hizo conforme a lo que Dios había dicho. Por más de un siglo, él continuó confiando la palabra que se le fue dada. Y por su obediencia, dicen las Escrituras, Noé “fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7).
En Génesis 12:1-4, Dios le dijo a Abraham, “Levántate, vete de tu tierra”. Seguramente Abraham preguntó, “¿Pero adónde Señor?” Y Dios debió de haber contestado simplemente, “No te lo estoy diciendo. Sólo camina.”
Esto no era lógico. Esto era una demanda totalmente irracional para cualquier persona inteligente. Yo quiero ilustrar esto preguntándole lo siguiente a cada esposa Cristiana: Imagínese que su esposo llega a la casa un día y dice, “Cariño, empaca todo por que nos vamos.” Por supuesto que usted querrá saber porqué, o a dónde, o cómo. Pero la única respuesta que le da su marido es, “No lo sé. Sólo sé que Dios dijo ‘ve’.” No hay razonamiento ni sentido a esta clase de demanda. Simplemente no es lógico.
Pero esta fue precisamente la dirección ilógica que Abraham siguió. “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8). Lo único que él sabía era la palabra breve que Dios le había dado: “Ve Abraham, y yo estaré contigo. Ningún daño te acontecerá.” La fe demandaba que Abraham actuase solamente en esta promesa.
Una noche llena de estrellas, Dios le dijo a Abraham, “Mira hacia el cielo. ¿Ves las innumerables estrellas? Cuéntalas si puedes. Tal es la cantidad de descendientes que tú vas a tener” (ver Génesis 15:5). Abraham tal vez quedó azorado al escuchar esto. El ya estaba viejo al igual que su esposa Sarah. Ellos ya habían dejado muy atrás la edad de poder tener un hijo. Y aquí se le da una promesa, que él llegaría a ser el padre de muchas naciones. Y la única evidencia que él tenía era una palabra del cielo: “Yo soy Jehová” (Génesis 15:7).
Pero Abraham obedeció. Y la Biblia dice lo mismo de él que lo que dice de Noé: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Génesis 15:6). Una vez más, vemos una escena ilógica. Y la fe de un hombre resulta en justicia.
Lo que Dios le pide a usted puede parecer irracional. El pide que confiemos en él cuando no nos da ninguna evidencia de contestar nuestra oración, y vemos que la situación es desesperante y estamos seguros de que todo está perdido. “Confía en mí” – dice el Señor. ¿Ilógico? Sí. Pero por siglos el Señor ha comprobado que él siempre llega a tiempo y nunca permite que Satanás tenga la última palabra. Dios siempre llega – en el tiempo perfecto del Espíritu Santo.