SU FIEL AMISTAD

Cómo debe entristecer al Señor cuando olvidamos Sus victorias pasadas en nuestras vidas, todos Sus milagros de liberación. Él nos ha llamado Sus amigos (Ver Juan 15:15), pero en nuestras crisis a menudo nos olvidamos de Su fiel amistad. Esa es la razón por la cual Jesús les advirtió a los discípulos acerca de la levadura de los Fariseos (En Marcos 8). En esencia les dijo: “Si vienen a Mí con preguntas difíciles, no esperen que conteste si tienen un corazón incrédulo. Deben venir a Mí con confianza y fe, creyendo que yo soy Uno mayor que Salomón”.

En Marcos 4:35-41, otra vez los discípulos estaban cruzando un lago. Esta vez, “…se levantó una gran tempestad de viento que echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba.” (Marcos 4:37). Las olas inundaban el barco, y los desesperados discípulos se apuraban para sacar el agua creciente. Estos eran pescadores experimentados, y pronto se dieron cuenta que sus vidas estaban en peligro. Así que rápidamente despertaron a Jesús, quien dormía en la parte de atrás del barco, y gritaron, “¡Maestro, nos estamos hundiendo!”

Mientras me imagino a Jesús siendo despertado, mi carne quiere que Él anime a los discípulos: “Me alegro mucho que Me hayan despertado. Pobres hermanos, siento mucho haberles dejado soportar esta tormenta por tanto tiempo. Perdónenme por no actuar antes. Espero que no hayan pensado que no estaba preocupado por su crisis.”

No, la reacción de Jesús fue todo lo contrario. ¡Él reprendió a los discípulos! “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” (Marcos 4:40). Imagínate lo que esos hombres pensaron en ese momento: “¿Jesús realmente esperaba que estuviéramos con el agua hasta la cintura y no tuviésemos miedo? Esta es la peor tormenta que hemos enfrentado. Las olas están entrando y el barco está a punto de hundirse. ¿Se supone que debíamos practicar fe en una situación aparentemente imposible?” 


La respuesta es: ¡Sí, absolutamente! Jesús estaba probando su fe. Él quería saber: “¿Confiarán en Mi estos seguidores frente a la muerte? ¿Se aferraran a su creencia en Mí? En la carne, Cristo pudo haber estado dormido. Pero Él también era Dios, y el Señor nunca duerme: “Por cierto, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.” (Salmo 121:4).