FE CONTAGIOSA by Claude Houde
Durante demasiado tiempo en muchas iglesias evangélicas, una actitud patética y sentimental de falsa humildad, excusaba, justificaba y animaba a los cristianos a decir: “¡No me mires! ¡No mires al hombre, mira sólo a Dios!” Permíteme explicarme: Es correcto, sano y bíblico mantener nuestro enfoque, devoción y máxima confianza en Dios y sólo Dios. Los hombres serán siempre falibles e imperfectos, ya que pueden decepcionarnos y herirnos. El apóstol Pablo nos recuerda que tenemos los tesoros eternos y perfectos del Reino de Dios en vasos de barro, junto con la fragilidad y las imperfecciones humanas (Ver 2 Corintios 4:7).
Sin embargo, el tiempo de ignorar y dar la espalda a nuestra responsabilidad y al llamado bíblico supremo de comunicar fe, amor, perdón, pureza, generosidad y un corazón apasionado por Dios y Su casa para con nuestros hijos y seres queridos, debe llegar a su fin. Sin arrogancia o pretensión, sino mas bien poseyendo un sentido espiritual interior y agudo de dependencia en Dios, el apóstol Pablo invitó apasionadamente a los creyentes jóvenes que lo rodeaban: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Pablo dijo más tarde a Timoteo: “Lo que has oído de mí…esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2).
Tenemos que empezar a vernos a nosotros mismos de esta manera. Cuando nos damos cuenta y aceptamos el significado de nuestras vidas, de la inmensurable posibilidad de influencia que todos llevamos dentro de nosotros, un clamor se eleva desde la profundidad de nuestras almas hacia nuestro Dios: “¡Oh Señor, aumenta nuestra fe!” Querido lector, permíteme decírtelo de esta manera: ¡Cada uno de nosotros debe ser contagioso!
Déjame hacerte esta pregunta: ¿Qué comunican tus valores, pasiones y prioridades a los que están observando tu caminar y tu hablar en tu vida cotidiana? Déjame preguntarte de forma directa: Si me junto contigo, aprendo de ti y te imito… ¿Que me “contagiarás”? Tú y yo sabemos que la fe, el amor, el gozo y la pasión de algunos hombres y mujeres son comunicativos. ¡Estar cerca de ellos nos hace bien, nos inspira, nos sana y nos reconcilia con la raza humana! Nos encanta estar cerca de ellos y damos gracias a Dios por su fe que produce esperanza y nos impulsa hacia nuevas alturas de anhelos, compromisos y posibilidades en Dios.
Sin embargo, el tiempo de ignorar y dar la espalda a nuestra responsabilidad y al llamado bíblico supremo de comunicar fe, amor, perdón, pureza, generosidad y un corazón apasionado por Dios y Su casa para con nuestros hijos y seres queridos, debe llegar a su fin. Sin arrogancia o pretensión, sino mas bien poseyendo un sentido espiritual interior y agudo de dependencia en Dios, el apóstol Pablo invitó apasionadamente a los creyentes jóvenes que lo rodeaban: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1). Pablo dijo más tarde a Timoteo: “Lo que has oído de mí…esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2).
Tenemos que empezar a vernos a nosotros mismos de esta manera. Cuando nos damos cuenta y aceptamos el significado de nuestras vidas, de la inmensurable posibilidad de influencia que todos llevamos dentro de nosotros, un clamor se eleva desde la profundidad de nuestras almas hacia nuestro Dios: “¡Oh Señor, aumenta nuestra fe!” Querido lector, permíteme decírtelo de esta manera: ¡Cada uno de nosotros debe ser contagioso!
Déjame hacerte esta pregunta: ¿Qué comunican tus valores, pasiones y prioridades a los que están observando tu caminar y tu hablar en tu vida cotidiana? Déjame preguntarte de forma directa: Si me junto contigo, aprendo de ti y te imito… ¿Que me “contagiarás”? Tú y yo sabemos que la fe, el amor, el gozo y la pasión de algunos hombres y mujeres son comunicativos. ¡Estar cerca de ellos nos hace bien, nos inspira, nos sana y nos reconcilia con la raza humana! Nos encanta estar cerca de ellos y damos gracias a Dios por su fe que produce esperanza y nos impulsa hacia nuevas alturas de anhelos, compromisos y posibilidades en Dios.
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Claude Houde es el pastor principal de la Iglesia de la Nueva Vida (Eglise Nouvelle Vie) en Montreal, Canadá; y es un orador frecuente en conferencias para pastores y líderes dirigidas por World Challenge en todo el mundo. Bajo su liderazgo la Iglesia de la Nueva Vida se ha incrementado de ser un puñado de personas, a más de 3500 miembros, en una parte de Canadá donde pocas iglesias protestantes han alcanzado éxito.