DERRIBANDO LAS MENTIRAS DEL DIABLO

El diablo viene a nosotros con pruebas intensas, pero no estamos para temerle. Juan Knox, uno de los más poderosos predicadores de Gran Bretaña, es un gran ejemplo de cómo podemos derribar las mentiras del diablo. Su asombrosa predicación causó que reyes y reinas temblaran y vivió una vida justa que respaldó el evangelio que predicaba, sin concesiones hasta el final.

En los años finales de Knox, cuando adquirió una enfermedad terminal, Satanás se enfrentó a un nuevo plazo. Este hombre había enfadado tanto al infierno, como probablemente lo había hecho el apóstol Pablo. Así que en el poco tiempo que le quedaba, el diablo se dispuso a enviar a Knox a la eternidad con temor e incredulidad.

Knox escribió: "Toda mi vida he sido probado y asaltado por Satanás. Pero mi prueba presente me ha atacado más temerosamente. Él ha decidido devorarme, y ponerme fin. Antes, a menudo colocaba todos mis pecados delante de mis ojos. Trataba de atraparme con las tentaciones de este mundo. Pero el Espíritu rompía esos ataques. Esta vez, él me ha atacado de otra manera. Este diablo astuto ha trabajado para convencerme de que ¡me he ganado el cielo por mi fidelidad a mi ministerio!"

Knox sabía que la salvación venía solo por la fe. Él había predicado esto toda su vida, declarando claramente que nadie puede ser salvo por su propia justicia, no importa cuántas buenas obras haya hecho. ¡Pero ahora Satanás trataba de condenar al predicador haciéndole tropezar en su propia fidelidad!
Justo antes de morir, Knox testificó: "Bendito sea Dios, que me ha permitido derribar y apagar este dardo de fuego, con los pasajes de la Escritura. Por la gracia de Dios, soy lo que soy, no yo, sino la gracia de Dios en mí. Por medio de Jesucristo, he ganado la victoria. El tentador no me tocará otra vez en este corto tiempo ¡Pronto voy a cambiar esta vida mortal por una bendita inmortalidad a través de Jesucristo!"
¡Gracias a Dios por el testimonio de Juan Knox! Él usó las Escrituras para pararse en contra de Satanás y el Señor lo libró. Se fue a casa, a la gloria, ¡cantando las alabanzas de Dios!