LA BENDITA PROVISIÓN DEL NUEVO PACTO

Cuando el Espíritu de Dios dejó a Saúl, su obediencia a medias lo había abierto a la influencia de Satanás. Pronto un espíritu malo atribuló a Saúl y terminó buscando el consejo de una bruja (Ver 1 Samuel 28).

Quizás mientras lees el recuento de la vida de Saúl, te preguntas: “Pero Saúl trató de hacer lo mejor y no lo hizo tan mal. ¿Por qué Dios fue tan severo con él?”.

Dios nos está diciendo a través de este pasaje que Él está hablando en serio. Él está diciendo: “Estoy mostrándote cómo me siento acerca de tu obediencia hacia Mí. ¡Quiero todo tu corazón, todo tu amor, no sólo una obediencia a medias!”.

Si el mensaje del Señor a Saúl hubiese sido vago o poco claro, lo justificaríamos diciendo que Él debería haber tenido consideración para con Saúl. Pero Su dirección a Saúl fue clara y no había ninguna duda de lo que le ordenó. Igualmente hoy, no tenemos duda de lo que Dios nos ha hablado. Sabemos cuáles son Sus mandamientos, porque Él nos los ha revelado por su palabra y por su Espíritu dentro de nuestros corazones.

Puedes responder: “Pero lo que Dios hizo a Saúl pasó bajo el Antiguo Pacto, bajo la Ley. Ahora vivimos en el tiempo de la gracia. Ciertamente el Señor no será tan severo con nosotros cuando desobedezcamos como lo fue con Saúl”.

Aquí está la palabra de Dios en este asunto bajo el Nuevo Pacto, un pacto de gracia:

“[Dios] pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios”. (Romanos 2:6-11)
Permíteme explicarte la diferencia entre Saúl en el Antiguo Testamento y todos los creyentes bajo el Nuevo Pacto: Siempre que una persona tiene el deseo de obedecer los mandamientos de Dios verdaderamente -cuando esa persona ama y respeta la palabra de Dios- el Espíritu Santo le proporciona todo el poder y habilidad para cumplir esos mandamientos. Ésa es la bendita provisión del Nuevo Pacto.