LA FE DEBE TENER UNA BUENA MEMORIA

El alma creyente, después de haber descargado su corazón en oración al Señor, se rinde a la fidelidad, bondad y sabiduría de Dios. El verdadero creyente dejará la conformación de la respuesta a la misericordia de Dios. Cualquiera que sea la forma en la que Dios decida responder, el creyente le dará la bienvenida.

David oró diligentemente por su casa y luego encomendó todo al pacto de Dios: “No es así mi casa para con Dios; sin embargo, él ha hecho conmigo pacto perpetuo” (2 Samuel 23:5).

Los que le especifican a Dios cómo y cuándo responder, de hecho limitan al Santo de Israel. Ya que Dios no traerá la respuesta por la puerta principal, no están al tanto de su venida por la puerta trasera. Ellos confían sólo en conclusiones, no en promesas. Pero Dios no está atado al tiempo, a la manera o a los medios de la respuesta. Él siempre hará mucho más abundantemente de lo que pedimos o pensamos en pedir. Él responderá con salud, o gracia, que es mejor que la salud. Él enviará amor, o algo más grande. Él libertará o hará algo aun mayor.

Él desea que nosotros simplemente alojemos nuestras peticiones en sus poderosos brazos, echemos toda nuestra ansiedad sobre Él, y vayamos con paz y serenidad a esperar su respuesta. ¡Qué trágico es tener un Dios tan grande y una fe tan pequeña en Él!

Cuando estés caído y Satanás susurre a tu oído que Dios te ha olvidado, ciérrale la boca con esto: "Diablo, no es Dios quien se ha olvidado, sino yo. He olvidado todas sus bendiciones del pasado, de lo contrario no podría hoy estar cuestionando su fidelidad”.

La fe debe tener una buena memoria. Nuestras palabras ásperas y apresuradas son el resultado de nuestro olvido sus beneficios pasados. Como David, debemos orar: “Enfermedad mía es esta; Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo, Me acordaré de las obras de JAH; Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas” (Salmo 77: 10-11).