UN PERIODO DE SEQUÍA

Yo predico a miles de personas, pero hay tiempos en que me siento tan seco – tan lejos de la presencia de Dios. Es en esos momentos que no tengo deseos de leer la Palabra. La lectura de la Biblia durante tiempos de sequedad, se hace mayormente a través de un sentido de obligación. Cuando estoy seco y vacío, siento muy poco ánimo de orar, aunque yo sé que mi fe está intacta, y mi amor por Jesús está fuerte.

¿Alguna vez se ha sentado usted en la iglesia y ha visto a las personas a su alrededor siendo bendecidas, mientras usted no siente nada? Ellos lloran; ellos oran; ellos alaban con gran sentimiento. Pero usted no es movido a hacerlo – por nada. Usted empieza a preguntarse si algo está mal con su vida espiritual.

Yo creo que todos los verdaderos creyentes experimentan un periodo de sequía durante diferentes etapas de sus vidas Cristianas. Aún Jesús sintió abandono – cuando él clamó a gran voz, “Padre, ¿por qué me has abandonado?

¿Qué debo hacer para vencer la sequedad espiritual?

1. ¡Debo mantener una vida de oración!

Nada disipa la sequedad y el vacío tan rápido que una o dos horas de encerrarse con el Señor. El dejar a un lado nuestra cita con Dios en su lugar secreto, causa culpa. Sabemos que nuestro amor por él debería de guiarnos a su presencia, pero nos volvemos ocupados con tantas otras cosas – el tiempo se pasa, y Dios queda abandonado. Le enviamos una cantidad de “oraciones de pensamientos.” Pero nada puede tomar el lugar de ese lugar secreto – con la puerta cerrada – encerrados orando al Padre.

Acérquese al trono de la gracia – aún cuando usted ha pecado y fallado. Él perdona – al instante – a aquellos que se arrepienten con tristeza santa.

2. ¡No debo tener temor de un poco de sufrimiento!

La resurrección de Cristo fue precedida por un corto periodo de sufrimiento. ¡Nosotros morimos! ¡Nosotros sufrimos! Tenemos dolores y penas.

¡No queremos sufrir o nos resistimos a ser heridos! ¡Queremos ser librados sin dolor! Queremos una intervención sobrenatural. “Hazlo, Dios” oramos, “porque soy débil y siempre lo seré. ¡Hazlo todo, mientras sigo mi camino esperando que me libres sobrenaturalmente!”

Pero gracias a Dios, el sufrimiento es siempre ese corto periodo antes de la victoria final. “Pero el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca” (1 Pedro 5:10).