DEBEMOS PERMITIRLE HABLARNOS

Elías ejercitó el poder de la oración. Él cerró y abrió los cielos, pidió que cayera fuego del cielo, y partió las aguas con su manto. Fue un hombre de acción impactando gobiernos enteros, y en el monte Carmelo se burló de los profetas de Baal, matándolos en las mismas narices del rey.

Este hombre poderoso entró al lugar del trono de Dios siete veces, orando fervientemente por lluvia. Siete veces Elías habló con Dios acerca de esta necesidad. Una pequeña nube apareció, y este profeta después de haber cerrado anteriormente los cielos durante tres años y medio causando una terrible sequía, ahora abrió los cielos y “una abundancia” de lluvia cayó.

Elías estaba exuberante con la victoria. Un gran despertar espiritual estaba por comenzar. El fuego de Dios había caído y los milagros habían sido presenciados por las multitudes. Había sido una muestra increíble del poder de Dios. Elías pensó, “Ahora, ¡aún Jezabel se arrepentirá! Ni siquiera ella puede desechar estos milagros y prodigios. Esta es la hora de Dios para esta nación.”

Qué golpe se llevó. Jezabel no estaba impresionada de ninguna manera con las señales y el poder, y le dijo a Elías, “Mañana, a esta misma hora, te mataré así mismo como tú mataste a mis sacerdotes.”

La siguiente vez que encontramos a este gran hombre de poder y de acción, está escondido en una cueva en el monte Horeb a trescientos kilómetros de distancia.

¡Qué espectáculo! Él se pasó cuarenta días y cuarenta noches “empollando” sobre cómo todo había salido mal. Él se tornó preocupado con los problemas, y sus ojos estaban sobre sí mismo en lugar de estar puestos en Dios. Así que Dio lo llamó, “Elías, ¿qué haces aquí escondido en esta cueva?”

Rezongando, Elías respondió, “Señor, la nación se está desintegrando. El gobierno está totalmente impío, inmoral. Las personas te han abandonado; ni siquiera creen en los milagros. La sociedad se ha enloquecido. El mensaje que les di, me lo han arrojado de vuelta en mi cara. El diablo está en control – él se ha apoderado de todos menos de mí. Yo soy el único que te sigue fiel, Señor. Me estoy escondiendo para que por lo menos quede un santo vivo.”

Elías, un profeta de oración, había estado tan ocupado con las cosas de Dios, tan ocupado demostrando el poder de Dios, tan ocupado salvando el reino de Dios, que se había tornado en un siervo que sólo hablaba. Él había estado hablando con Dios a menudo, pero no había estado escuchando mucho. Si él hubiese estado escuchando, hubiera escuchado a Dios decirle que había 7,000 santos que no se habían apartado.