TUS BUENAS OBRAS NO TE SALVARÁN

Jesús fue resucitado como nuestra única justicia, nuestra única manera de agradar a Dios.
El Padre dijo de Jesús: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (Mateo 3:17). El apóstol Pablo nos recuerda esto una y otra vez a lo largo de sus epístolas, enseñando que sólo Cristo es nuestra justicia a los ojos de Dios.
“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:21-24).
El apóstol está diciendo, “Mi propia justicia es de la ley, pero la justicia que es de Cristo viene sobre la base de la fe”.
Podemos dar a los pobres y necesitados, podemos ser amables, podemos pensar pensamientos buenos y honorables y podemos convencernos a nosotros mismos de que estas buenas obras nos ayudarán a salvarnos en el Día del Juicio. ¡No es así! Incluso si yo viviera durante años sin quebrantar la Palabra de Dios en pensamiento y hecho, no me serviría de nada. "Nos salvó, no por obras de justicia…sino por su misericordia” (Tito 3:5).
No digo nada de esto a la ligera. Es devastador para cualquier persona oír: “Tus buenas obras no te salvarán”. De hecho, no podemos convencer a nadie de esto. Tal convencimiento requiere un milagro de la misericordia de Dios y es una obra que debe ser hecha por el Espíritu Santo.