VEMOS A JESÚS

Pablo escribió: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Corintios 2:2).
Él vivió en un tiempo en el que las facciones en la iglesia abundaban, tanto hacia la izquierda como hacia la derecha; y éstas luchaban amargamente. Pablo respondió al conflicto diciendo: “No tengo nada que ver con esto. Estoy aquí con un propósito: Vivir y predicar a Cristo crucificado y resucitado. Como siervo del Señor, me niego a enredarme en tales cosas”.
Pablo fue entonces obligado a escribir a su joven socio, Timoteo, con la siguiente advertencia: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia" (1 Timoteo 4:1-2). La advertencia de Pablo aquí es clara: Vendrán hombres predicando otro evangelio.
En este momento, un falso Cristo está siendo predicado incluso en algunas iglesias evangélicas. El de ellos, es un Cristo que no pide arrepentimiento. Es un Cristo que acoge la inmoralidad y el matrimonio entre personas del mismo sexo. Es un Cristo de aceptación de falsas religiones, todas supuestamente en nombre de la tolerancia y el amor.
Hoy en día, a menudo, la iglesia que vemos, no es como debiera ser. ¿Cuál es nuestra respuesta a esta farsa? ¡Vemos al verdadero Jesús, el Cristo inmutable, victorioso sobre todo! Todos los demás evangelios inventados por humanos no ofrecerán una onza de consuelo en la hora de necesidad.
Como instruyó Pablo, no podemos permitir que este tipo de asuntos nos distraiga. No debemos estar “extraviados de la sincera fidelidad [devoción] a Cristo" (2 Corintios 11:3). A nuestro alrededor el mundo se está derrumbando, ¡pero vemos a Jesús! Debemos confiar en que Él está junto a nosotros en nuestro dolor, en nuestro sufrimiento, en nuestras crisis, en todas las cosas.