ACEPTANDO SU MISERICORDIA

Jesús nos dio la parábola de Mateo 18:23-35 para mostrarnos un ejemplo de un siervo de confianza, talentoso, quién es repentinamente descubierto como el cabecilla de todos los deudores. He aquí alguien que no es merecedor, lleno de motivos errados, del todo indigno de compasión. Sin embargo, su amo le perdona gratuitamente – tal como Jesús lo hizo por ti y por mí.

Déjenme decirles una palabra breve aquí sobre el arrepentimiento. Este concepto es a veces definido como “dar un giro”. Habla de un cambio radical, un giro de 180 grados de nuestros previos caminos. También, se dice que el arrepentimiento va acompañado de una angustia santa.

Sin embargo, una vez más, el Nuevo Pacto toma un concepto del Antiguo Testamento y va más allá. El arrepentimiento es mucho más que simplemente alejarse de los pecados de la carne, más que angustiarse por el pasado y estar triste por haber afligido al Señor. De acuerdo con la parábola de Jesús, el arrepentimiento es acerca de alejamiento de la enfermedad en nuestra mente que nos hace creer que de alguna manera podemos compensarlo por nuestros pecados.

Esta enfermedad aflige a millones de creyentes. Cada vez que tales cristianos caen en pecado, piensan: “Yo puedo arreglar las cosas con el Señor. Le traeré lágrimas sinceras, oraciones más fervientes, más lectura de la Biblia. Estoy decidido a compensarlo”. Pero eso es imposible. Esta clase de pensamiento lleva a un solo lugar: pérdida total de la esperanza. Tales personas están luchando incesantemente y siempre están cayendo, y terminan conformándose con una paz falsa. Persiguen una falsa santidad fabricada por ellos mismos, convenciéndose a sí mismos de una mentira.

Dime, ¿Qué te salvó a ti? ¿Fueron tus lágrimas y tus fervientes plegarias? ¿Tu profundo dolor por haber angustiado a Dios? ¿Tu decisión sincera de volverte de tu pecado? No, no fue ninguna de estas cosas. Fue solamente la gracia la que te salvó. Y como el siervo en la parábola, tú no lo merecías. De hecho, continúas sin merecerlo, no importa cuán santo sea tu caminar.

He aquí un modelo simple de arrepentimiento verdadero: “Debo apartar de mi mente, de una vez por todas, cada pensamiento que crea que alguna vez podré pagarle al Señor. Yo jamás podré ganarme Su gracia por mi propio esfuerzo. Por lo tanto, ningún esfuerzo o buena obra de mi parte puede saldar mi pecado. Simplemente tengo que aceptar Su gracia. Este es el único camino a la salvación y a la libertad”.