HAMBRE DE LA PALABRA DE DIOS

"El gozo de Jehová es vuestra fuerza" (Nehemías 8:10). Cuando estas palabras fueron proclamadas, los israelitas acababan de volver del cautiverio en Babilonia. Bajo el mando de Esdras y Nehemías, el pueblo había reconstruido los muros caídos de Jerusalén. Y ahora pusieron su mirada en el restablecimiento del templo y la restauración de la nación.

Nehemías convocó a una reunión especial en la puerta de las Aguas dentro de los muros reedificados de Jerusalén. “y se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés, la cual Jehová había dado a Israel” (Nehemías 8:1). Unos 42,360 hombres israelitas estaban presentes en esta reunión. De pies, al costado de ellos, estaban 7,300 sirvientes, incluyendo 245 cantores. En total, como 50,000 personas estaban congregadas.

Primero, vino la predicación de la Palabra de Dios. La escritura dice que el pueblo tenía hambre de oírla: “Dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley de Moisés…Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender” (8:1-2).

Este pueblo no necesitaba que nadie le imponga la Palabra de Dios a la fuerza. Un consenso de hambre se había desarrollado entre ello y estaban completamente preparados para sujetarse a la autoridad de Su palabra. Ellos querían ser gobernados por ella, que sus vidas sean hechas conforme a su verdad.

Sorprendentemente, Esdras predicó a esta multitud durante cinco o seis horas, “desde el alba hasta el mediodía” (8:3). Aun así nadie notó el tiempo. “los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley” (8:3). Este pueblo estaba totalmente cautivado por la Palabra de Dios.

¡Qué escena tan increíble! Uno simplemente no ve un evento así en alguna iglesia americana hoy. Pero, puedo decirte, que el verdadero avivamiento nunca podrá suceder sin este tipo de hambre consumidor por la Palabra de Dios. Más bien, cuando el pueblo de Dios se cansa de oír Su Palabra siendo predicada, una muerte espiritual comienza y el gozo del Señor se aleja.