BUSCANDO EL ROSTRO DEL SEÑOR

El libro de los Hechos es la historia de los hombres y mujeres santos que buscaron el rostro del Señor. De principio a fin, nos enseña cómo la oración mueve a Dios. Ya sea en Aposento Alto, en la prisión, en alguna casa oculta de las autoridades o en la casa de Simón o en la calle llamada Derecha, ¡estas personas oraban! Oraban por la mañana y a veces toda la noche, oraban sin cesar. Cornelio oraba siempre y Pedro oraba sobre azoteas. En la orilla del mar, en el templo o en el desierto, invocaban al Señor continuamente. Pasaban horas y días encerrados con Dios, hasta que recibían una guía clara y detallada. Y ¡qué información específica increíble les daba Dios!

Ananías era un hombre de Dios, un discípulo dedicado a la oración. "Había entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor dijo en visión: Ananías. Y él respondió: Heme aquí, Señor. Y el Señor le dijo: Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista" (Hechos 9:10-12).

Escucha las instrucciones detalladas que Dios le dio. Él le indicó la casa precisa, el nombre del dueño de dicha casa y el nombre de aquél por quien debía orar. Entonces Dios le dijo: "Él sabe que vas a ir, inclusive sabe tu nombre y sabe qué vas a hacer cuando entres a su habitación, ¡porque yo se lo conté todo!" ¿Por qué le informaría el Señor a este recién convertido estos detalles específicos? ¡Porque él oraba! "Durante tres días, Saulo había ayunado y orado. Él no decía: "Señor, ¿qué puedes hacer por mí?", más bien: "Señor, ¿qué quieres que haga por ti?"

Si Saulo se hubiera convertido en nuestro tiempo, él estaría enfrentando a un mundo cautivador, medios de comunicación, publicación de un “best seller” e invitaciones para dar su testimonio en diversas iglesias en todo lugar. Como Saulo, muchos son salvados milagrosamente hoy en día, pero a diferencia de él, pronto caen en confusión y no saben qué hacer. Dios le dijo a Saulo: "Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer" (Hechos 9:6). Dios le estaba diciendo: "¡Ve y ora! Buscar Mi rostro y aprende a esperar en Mí". No recibió dirección alguna hasta haber pasado tres días en oración. Pero algo poderoso sucedió durante la oración: Saulo llegó a conocer la voz del Señor y aprendió a depender de Su dirección. Aunque él era un creyente recién nacido, él ya estaba siendo claramente guiado por Dios. Él no necesitó a un consejero o a un profeta para que le muestre qué hacer; no necesitó a nadie que le dé una palabra de conocimiento. ¿Por qué? Porque el Señor había dicho: "Yo le mostraré" (Hechos 9:16).