ALEGRÍA Y CONFIANZA EN EL DÍA DEL JUICIO

“y todas las naciones serán reunidas ante él. Entonces él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda, y entonces el Rey dirá a los de su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo."(Mateo 25:32-34).

En el día del juicio, lo primero en la agenda del Juez será separar las ovejas de los cabritos. Él no permitirá que Sus justos sean contados entre los transgresores.
La Biblia es muy clara que aquellos que han permanecido en Cristo y esperan su venida tendrán audacia y confianza en ese día:

“Y ahora, hijitos, permanezcan en él para que, cuando se manifieste, tengamos confianza, y cuando venga no nos alejemos de él avergonzados." (1 Juan 2:28). "En esto se perfecciona el amor en nosotros: para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo." (1 Juan 4:17).

¿Cómo puede usted tener esa audacia, esa alegría y esa confianza en el día del juicio? Viene sólo a través del conocimiento del juez como su amigo, hermano, pariente redentor, sumo sacerdote, abogado, intercesor, Señor. ¡el amor de su corazón, su misma vida!

Si usted sabe en su corazón que no está listo para presentarse ante Jesús - y ese momento viene muy pronto - entonces usted tiene que responder por lo que he escrito aquí. Este mismo mensaje es suficiente para condenarle al infierno eterno si lo rechaza. Se levantará como un testigo en el juicio final.

¿Tienen sus intereses su trabajo, sus posesiones o incluso su ministerio más importancia para usted que los intereses del Señor? ¿Ha descuidado a su familia? ¿Está satisfecho porque va a la iglesia el domingo y dice: "Yo he hecho mi parte por Dios"? La Palabra de Dios para usted es clara: 
¡No es suficiente! 

Si usted se ha juzgado a sí mismo y se queda corto, entonces ore esto desde su corazón:
"Jesús, te necesito. Tengo que ser perdonado y amado por Ti. Confieso todos mis pecados y mi obstinación. Te he olvidado, Señor. No te he puesto primero y desde este día en adelante, te hago a Ti mi vida, mi todo.