COMPARARSE CON LOS DEMAS

En mis primeros años de creyente, yo me comparaba con otros que parecían ser santos. Estas personas parecían radiantes - siempre activas, sonriendo, tenían la imagen de lo que un cristiano debiera ser. Yo nunca pensé que me encontraba en el mismo nivel de santidad que ellos. Por lo tanto, yo oraba, “Señor, hazme recto como este u otro hermano Qué maravilloso sería que yo viviera de esa manera para tí.”

¡Qué mal estaba! Esta gente no era lo que yo pensaba. Incluso, yo aprendí que nada es lo que parece. Nadie es tan malvado o tan bueno como parece. Solamente existe uno verdaderamente justo -Jesucristo nuestro Señor - y su justicia es perfecta. Si nosotros estamos en Cristo, entonces tenemos Su justicia y esta no nos es dada en porciones. Nadie recibe más o menos de dicha justicia - por el contrario, por fe nosotros la recibimos completa.

Nosotros debemos medirnos a nosotros mismos acorde con Su justicia solamente y no con la supuesta justicia de alguien más. “No nos atrevemos a contarnos ni a compararnos con algunos que se alaban a sí mismos; pero ellos manifiestan su falta de juicio al medirse con su propia medida y al compararse consigo mismos. Pero nosotros no nos gloriaremos desmedidamente, sino conforme a la regla que Dios nos ha dado por medida al permitirnos llegar también hasta vosotros.” (2 Corintios 10:12-13).

Aquí Pablo está diciendo, “Existe una regla que puedes utilizar para medirte a ti mismo. Esta es: todo aquél que verdaderamente se arrepiente y cree en la perfecta justicia de Cristo, aquél que acude a Él con fe, creyendo que en Su obra en la cruz - este es hecho perfectamente justo a la vista de Dios. Usted puede que no haga todo bien. Todavía existe una obra diaria de santificación realizada por el poder del Espíritu Santo en usted. Sin embargo, usted es acepto en el amado, investido de la misma justicia de Cristo.”

Amado, es tiempo de que usted deje de compararse con los demás. Dios le ha dado la porción completa de la perfecta justicia de Cristo: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13).