PONIENDOLE LÍMITES AL PODER DE DIOS Y A SUS PROMESAS

La Escritura dice acerca de Israel, “Y volvían, y tentaban a Dios, y ponían límite al Santo de Israel” (Salmo 78:41). Israel se apartó de Dios en incredulidad. Y de igual manera, yo creo que limitamos a Dios hoy día con nuestras dudas e incredulidad.

Confiamos en Dios en la mayoría de las áreas de nuestra vida, pero nuestra fe siempre tiene fronteras y límites. Tenemos por lo menos una pequeña área que resguardamos, en la cual, realmente no creemos que Dios va a cumplir con nosotros.

Por ejemplo, muchos lectores han orado por la sanidad de mi esposa Gwen. Pero muy a menudo, cuando se trata de la sanidad de sus propios maridos, esposas, hijo o hija, limitan a Dios. Yo limito a Dios mayormente en el área de la sanidad. Yo he orado por la sanidad física de muchos, y he visto a Dios hacer milagro tras milagro. Pero cuando se trata de mi propio cuerpo, yo limito a Dios. Tengo temor de dejar que él sea Dios para mí. Me empapo con medicamentos o corro a ver al doctor, aún antes de orar por mi sanidad. No estoy diciendo que es malo ir al médico. Pero algunas veces yo encajo en la descripción de aquel que “tampoco buscó a Jehová sino a los médicos” (2 Crónicas 16:12).

Yo le pregunto: ¿Ora usted para que Dios derribe las murallas en la China o en Cuba – pero cuando se trata de la salvación de su propia familia, usted no tiene ni una onza de fe? Usted piensa, “Dios no debe querer hacer esto. Mi familiar es un caso difícil. Parece que Dios no me escucha en este asunto.”

Si eso fuese verdad, usted no lo está viendo a Él como Dios. Usted está ignorante de cómo es Dios. El deseo de Dios es “hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20).

Dios me dijo, “David, me has atado las manos, me has puesto grilletes. ¿Cómo puedo sanarte cuando tú no crees que verdaderamente lo haré? Tus dudas me impiden que yo sea Dios para ti. Te digo lo siguiente, tú no me conoces a no ser que conozcas que yo estoy más dispuesto a dar, de lo que tú estás de recibir.”

Israel murmuró continuamente, “¿Podrá Dios…? Él nos abrió camino por el Mar Rojo, pero ¿podrá darnos pan?” Dios les dio pan. Es más, Él les aderezó mesa en el desierto. “¿Pero podrá darnos agua?” preguntaron ellos. Él les dio agua de una roca. “¿Pero podrá darnos carne?” Él les dio carne desde el cielo. “¿Pero podrá librarnos de nuestros enemigos?” Una y otra vez, Dios proveyó y libró en cada área. Pero aún así, el pueblo se pasó cuarenta años diciendo, “¿Podrá Dios…? ¿Podrá Dios…?

Amados, deberíamos estar diciendo, “¡Dios puede! ¡Dios puede!” ¡Él pudo – y podrá! ¡Dios puede y hará todo lo que pidamos y creamos que Él puede hacer!