EL CAMINO HACIA ARRIBA

Yo he conocido grandes Cristianos que han experimentado una prueba tan grande y profunda que la propia vida parecía no valer la pena vivirla. En su propia hora oscura, Jeremías descubrió una gloriosa verdad la cual trajo nueva esperanza y seguridad a su mente. Era algo que ya conocía de Dios, pero que no tocó su alma hasta que él llegó al final de sus límites. Él descubrió que en el mismo fondo donde había caído, ¡Dios estaba ahí! Mientras más profundo él caía, más de Dios él descubría. Dios no estaba para ser descubierto allí arriba en cielos tranquilos, sino en las sombras de pena y desesperación. Cuando Jeremías cayó al fondo, ¡él se tropezó con Dios! Él cayó fuertemente contra la fidelidad de un Dios misericordioso. Esto él descubrió:
“Dios es un Dios de misericordia…sus misericordias no pueden decaer…son nuevas cada mañana…grande es su fidelidad…” (Lamentaciones 3:22-23).


Poco a poco Jeremías llegó a darse cuenta de grandes verdades las cuales sólo pueden ser descubiertas por aquéllos que están abatidos.


1. Cuando estoy en mi punto más bajo; cuando los problemas fluyen sobre mi corazón como agua, y yo digo, “Muerto soy,” Dios se me acerca y susurra, “¡No temas!” (Lamentaciones 3:54-57).

2. Cuando Dios parece haberse “cubierto con una nube para que no pasase la oración,” él todavía ve mi agravio y “defiende mi causa” (Lamentaciones 3:44, 59).

3. Si el Señor permite pena y aflicción, él también me sostiene con abundante compasión y amor (Lamentaciones 3:32).

4. Dios no está en contra mía, tratando de aplastarme bajo su pié cuando estoy abatido como un prisionero en problemas (Lamentaciones 3:34).

5. Dios no está tratando de sabotear ninguno de mis planes; él no está causando mi confusión; él no está trabajando en contra mía (Lamentaciones 3:35-36).

6. Aún en mi desesperación y amargura, cuando yo odio enfrentar un nuevo día, sus misericordias no decaen. Sus misericordias estaban esperándome, nuevas cada mañana (Lamentaciones 3:22-23).

7. Porque Dios es siempre fiel, él no me desechará. Él me hará el bien y me salvará (Lamentaciones 3:25-26).

8. ¡Cuando estoy en lo más profundo, y no tengo a nadie más a quién buscar, levantaré mi corazón y mis manos, y le agradeceré por su fidelidad! (Lamentaciones 3:40-41).

9. Habiendo estado abatido, he gastado mi fuerza y esperanza. ¡Estoy vacío y humillado, así que ahora dependo totalmente de sus misericordias! (Lamentaciones 3:18, 20-22).