UNA FE FIRME

Una vez, mientras estaba tomando una “caminata de oración” y hablaba con Dios con respecto a la salud de varios miembros de mi familia, un pasaje de la Escritura se hizo real en mí: “¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años?… ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron?” (Hebreos 3:17-18) Me encontré orando con lágrimas: “Señor, ¡esas personas te hicieron llorar! ¿También yo te he hecho llorar por mi incredulidad? He tenido momentos hermosos contigo por más de cincuenta años, Jesús. Te amo y sé que Tú me amas, pero últimamente he guardado algunas dudas. Me he preguntado por qué algunas oraciones no han sido contestadas aún”.

Desde aquel entonces, he escuchado Su dulce y quieta voz, diciéndome: “Siempre te amaré, David. Te cuidaré de caer y seré fiel en presentarte sin mancha delante del Padre. Pero sí, tus tiempos de incredulidad y fe cambiante me hieren”.

Así que, amado santo, ¿estás en medio de una prueba abrumadora en este mismo momento? ¿Has orado, llorado y suplicado por ayuda, y aun así las cosas parecen sin esperanza? Tal vez tu situación ha ido más allá de toda posibilidad humana y estás pensando: “Es demasiado tarde”.

Yo te digo, te ha sido confiada tu crisis. Dios la pudo haber resuelto en cualquier momento, pero esta es Su oportunidad de producir en ti la fe firme que necesitas. Él está buscando que confíes en Él, no sólo en lo que estás enfrentando ahora, sino en cualquier problema imposible de ahora en adelante hasta que llegues a casa con Él. No te equivoques: Él se goza sobre ti. Pero también te ama lo suficiente como para construir en ti una fe que te acompañara en todas las circunstancias.

Ora conmigo: “Perdóname, Señor, por hacerte llorar. Ayuda mi incredulidad ahora”. Luego, haz tuyo este versículo: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).