HERIDO POR LA INCREDULIDAD

Se nos dice a través de los salmos y otros escritos de sabiduría que tenemos un Dios que ríe, llora, se aflige, y puede ser movido a ira. Asimismo, el Nuevo Testamento nos dice que tenemos un sumo sacerdote en el cielo quien es tocado por los sentimientos de nuestras debilidades; el mismo hombre de carne y hueso que fue Dios sobre la tierra es ahora un hombre glorificado en la eternidad.

Sin duda alguna, nuestro Señor es un Dios que siente. Y yo me tengo que preguntar: ¿Cómo puede Jesús no ser herido por la gran incredulidad que está tomando lugar alrededor del mundo de hoy?

¿Cuán a menudo la iglesia hoy en día hiere al Señor a causa de su incredulidad?

Piensa acerca de la incredulidad de los discípulos en la barca con Jesús, cuando ésta comenzaba a hundirse por las turbulentas olas. Qué herido se debió de haber sentido Jesús cuando le dirigieron estas palabras de incredulidad, acusándolo: “Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?” (Marcos 4:38).

¿Qué acerca de las veces en que Jesús alimentó milagrosamente multitudes de personas con tan solo unos cuantos panes y peces? Hizo este milagro dos veces, alimentando a un total de 9000 hombres, sin contar mujeres y niños en aquellas escenas. Pero incluso después de estas increíbles obras, los propios discípulos de Jesús estaban sumidos en incredulidad. Después de alimentarlos milagrosamente, Cristo les habló acerca de la levadura de los fariseos, “y ellos discutían entre sí, diciendo: Es porque no trajimos pan” (Marcos 8:16).

Jesús debe haberse asombrado de sus palabras. Acababa de multiplicar los panes para la multitud ante los propios ojos de sus discípulos. Claramente se sentía herido mientras les respondía: “¿Qué discutís, porque no tenéis pan? ¿No entendéis ni comprendéis? ¿Aun tenéis endurecido vuestro corazón? ¿Y teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no recordáis? Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis?... ¿Cómo aún no entendéis?” (Marcos 8:17-19, 21).