ESCRITO ESTÁ

“El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). “Jesús le dijo: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (4:7). “Entonces Jesús le dijo: Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (4:10). Cuando Jesús se enfrentó a las artimañas del diablo, venció con la Palabra de Dios.

Hoy en día tenemos además otro “escrito está": “Yo he rogado por ti, que tu fe no falte” (Lucas 22:32). Puedes decirle al diablo: “Puedes tratar de derribar mi fe, pero tienes que saber esto: ¡Mi Jesús está orando por mí!”

La fe de Pedro fue probada y sacudida, y debido a su orgullo tropezó. Pero en respuesta a la oración del Maestro, las raíces de su fe no habían sido destruidas. Justo cuando Satanás estaba gritando de alegría y parecía como si el Señor había perdido un amigo ungido, ¡Pedro vio los ojos de Jesús y éstos lo traspasaron! “Entonces, vuelto el Señor, miró a Pedro…y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” (Lucas 22: 61-62).

“Lloró amargamente” en griego significa “algo desgarrador, un grito violento”. “Y Pedro se acordó de la palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces” (22:61). Me imagino que este hombre caminó hacia las colinas de Judea, postrándose sobre su rostro con las manos extendidas, llorando: “¡Oh, Padre, él estaba en lo correcto! No le hice caso. Me advirtió que Satanás trataría de destruir mi fe. ¿Morir por Jesús? ¿Por qué? ¡No podría ni siquiera defender a una dama! ¡Perdóname! ¡Yo lo amo! ¿A quién más podría ir?”

Creo que la fe de Pedro se apoderó de algo más que Jesús le había dicho: “Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32). ¿Cuántas veces Pedro recordó estas palabras en su mente y corazón, reflexionando dentro de sí: “¿Acaso no dijo Jesús vuelve? ¿Acaso no dijo que todavía tenía un ministerio? ¿Después de lo que hice, se supone que debo ayudar a los demás?”

Dios contestó la oración de su Hijo. Puedo ver a Pedro poniéndose en pie con el Espíritu de Dios fluyendo a través de él y con las manos levantadas al cielo, diciendo: “¡Vete, Satanás! Yo le fallé, pero todavía lo amo. Él prometió, y de hecho profetizó, que yo iba a volver y que sería fortaleza para otros, que sería una roca. ¡Volveré donde mis hermanos y hermanas!”