LA FUENTE DE LA OBEDIENCIA

Es importante que nosotros comprendamos el motivo que nos conduce a obedecer porque si éste no es puro, todo lo que salga de él estará contaminado.

La triste verdad es que muchos cristianos en los últimos días obedecerán a Dios solamente porque tienen miedo de ir al infierno. Ellos temen de la ira de su Padre y su obediencia a Él es solamente “legal.” Ellos no tienen un deseo genuino por agradarle.

Jesús hizo todo por amor y por su deseo de agradar a su Padre celestial: “Por eso Jesús añadió: —Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo; no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada. ” (Juan 8:28-29, NVI).

Esto fue la roca, el cimiento sobre el cual Jesús construyó su vida de obediencia. Este fue su motor, su motivo del cual emanó su obediencia. Esto también debe ser nuestra roca.

“He descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.” (Juan 6:38).

Continuamente Jesús mismo se apartó para orar casi toda la noche en la cima de las montañas, en lugares silenciosos para tener comunión con Su Padre. Su gran oración fue, “Padre, ¿qué es lo que tú quieres? ¿ Qué te complace? ¿Qué puedo hacer para satisfacer el deseo de tu corazón?”

Esta es la actitud de una persona que tiene el Espíritu de Cristo y ésta debiera de ser nuestra actitud -ser uno de los que construyen sobre la roca. El motivo fundamental de toda nuestra obediencia debe ser: “¡Yo hago todas las cosas porque quiero agradar a mi Señor, yo quiero darle gran satisfacción!”