UN CAMINAR AGRADABLE
El apóstol Pablo enseñó a la iglesia colosense: “Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:10).
¿Qué se requiere para tener un caminar agradable? Pablo nos dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:12-13).
Pablo nos está diciendo en tantas palabras: “Aquí está mi palabra para ustedes en estos momentos de crisis. A la luz de los tiempos difíciles que ustedes saben que se avecinan, deben prestar atención a su caminar con el Señor”.
En otras palabras, debemos preguntarnos: “¿Estoy siendo más como Cristo? ¿Estoy siendo más paciente o más impetuoso? ¿Más manso y gentil o más malo y conflictivo? ¿Más tierno y perdonador o más amargo y envidioso? ¿Soporto “unos a otros”? ¿Sobrellevo la debilidad y faltas de los que me rodean, o siempre debo tener la razón?
Pablo está sugiriendo que, a la luz de tal día venidero, no importan los logros que usted pueda obtener ni las obras de caridad que usted haga. No interesa cuán amable sea usted a los desconocidos, ni cuántas almas traiga a Cristo, esta pregunta permanece: “¿Se está volviendo usted más amoroso, paciente, perdonador y tolerante?”.
Examinar su caminar con Cristo significa ver no tanto lo que usted está haciendo, sino lo que usted está siendo, o en lo que usted está convirtiéndose. Tal andar no puede ser logrado por puro esfuerzo humano. No sucederá por determinación propia, por el mero decir: “Voy a ser ese tipo de creyente”. Más bien, sucede por la obra del Espíritu Santo, a través de la fe en su Palabra.
Primeramente, leemos estas palabras y creemos que son el llamado de Dios, a examinarnos a nosotros mismos. De modo que le pedimos al Espíritu Santo que nos muestre, quiénes somos en realidad y nos medimos por su Palabra. Luego le pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a cambiar.