EL FUEGO DE DIOS TODAVÍA ARDE

Penosamente, mucho del Cuerpo de Cristo parece un “Valle de Huesos Secos” de días modernos. Es un desierto lleno con los esqueletos blanqueados de Cristianos caídos. Ministros y otros creyentes devotos se han apagado por un pecado que los asedia. Y ahora están llenos de vergüenza, escondiéndose en cuevas que ellos mismos han construido. Como Jeremías, se han convencido a sí mismos, “No me acordaré más de él [el Señor] ni hablaré más en su nombre” (Jeremías 20:9).


Dios todavía sigue preguntando la misma pregunta que le hizo a Ezequiel: “¿Pueden estos huesos muertos vivir otra vez?” La respuesta a esta pregunta es un “¡Sí!” rotundo. ¿Cómo? Sucede al renovar nuestra fe en la Palabra de Dios.


La misma Palabra de Dios es un fuego consumidor. Ciertamente, es la única verdadera luz que tenemos durante nuestras noches oscuras de desesperación. Es nuestra única defensa en contra de las mentiras del enemigo, cuando él susurra, “Estás acabado. Has perdido el fuego. Y nunca lo recuperarás.”


La única cosa que nos sacará de nuestra oscuridad es la fe. Y la fe viene por oír la Palabra de Dios. Nosotros simplemente tenemos que aferrarnos a la Palabra que ha sido implantada en nosotros. El Señor ha prometido, “No dejaré que te hundas; así que no tienes razón para desesperarte. No tienes por qué rendirte. Descansa en mi Palabra.”


Usted puede pensar, “Pero ésta noche oscura es peor de lo que antes yo he conocido. He escuchado mil sermones de la Palabra de Dios, pero ninguno parece tener ningún valor para mí ahora”. No se desespere, el fuego de Dios todavía está ardiendo en usted, aunque usted no pueda verlo. Y usted debe de avivar ese fuego con la gasolina de la fe. Usted hace esto al confiar en el Señor. Cuando usted lo hace, usted verá todas sus dudas y lujurias consumidas.


El aliento del Espíritu de Dios está dando vida nuevamente a cada hueso seco. El les está haciendo recuerdo de la Palabra que implantó en ellos. Y aquellos que una vez habían caído muertos, están siendo revividos. Ellos están clamando como Jeremías lo hizo, “El fuego de Dios ha estado guardado dentro de mí por mucho tiempo. Ya no puedo mantenerlo escondido más. Puedo sentir el poder de Dios levantándome. El está poniendo vida dentro de mí. Y yo voy a hablar la Palabra que él me dio. Voy a proclamar su misericordia y su poder sanador.”